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VE-04 JULIO/AGOSTO 2014

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cesto hasta la puerta y por el camino le contó su desdicha. La anciana,<br />

con una sonrisa malévola, se ofreció a ayudarle pero a condición de que<br />

le entregase a su primer vástago en el día de su décimo cumpleaños. El<br />

aragonés aceptó.<br />

Dicen que esa misma noche los dos amantes se reunieron en un<br />

claro del bosque y bajo las estrellas sellaron su amor, ignorando que<br />

desde un árbol cercano eran observados por la bruja anciana convertida<br />

en lechuza. Al alba emprendieron el camino de regreso en busca de<br />

tierras donde asentarse.<br />

Cuentan que con el oro compraron un castillo en el señorío de<br />

Ochagavía y que pronto se llenó con las alegrías de un par de gemelas<br />

idénticas que nacieron al poco tiempo de llegar, proporcionando una<br />

gran felicidad a la pareja. Y así fueron pasaron los años.<br />

Dicen que en la fiesta del décimo cumpleaños de las niñas llegó una<br />

anciana de lejos, arrastrando tras de sí un cesto lleno de regalos. Cuando<br />

el aragonés la vio, se acordó de aquella estúpida promesa que hacía<br />

años había hecho. Lloró desolado porque no podía faltar a su<br />

compromiso, pero quería tanto a sus niñas que no iba a ser capaz de<br />

cumplirla.<br />

Buscó a su mujer para contárselo. Ella asustada, subió a las niñas a<br />

la almena mayor para esconderlas pero la anciana, convertida en águila,<br />

ya las estaba esperando e intentaba picotear a la madre cuando llegó el<br />

padre con la obsidiana en la mano.<br />

Cuando la bruja vio sus intenciones intentó atrapar a las dos niñas,<br />

en el mismo instante en el que aparecía un ejército de mariposas<br />

blancas que se las llevó al árbol mágico de las hadas de Irati.<br />

Enfadada la bruja por el engaño, se convirtió en huracán arrasando<br />

el castillo con su furia y haciendo desaparecer a todos los que estaban<br />

dentro.<br />

Cuentan que, desde entonces, todas las noches del diez de agosto<br />

se oyen los lamentos de aquellos que perecieron y que el cielo se<br />

ilumina de estrellas fugaces en su recuerdo.<br />

Marisol Santiso Soba (Madrid)<br />

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