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VE-04 JULIO/AGOSTO 2014

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El árbol mágico de Irati<br />

Dicen que en la selva de Irati, en Navarra, existe un árbol mágico<br />

que está custodiado por una hada blanca, y que en sus entrañas hay<br />

montañas de caramelos, ríos de leche, un lago de chocolate y una casa<br />

encantada en la que habitan desde hace siglos dos hermanas gemelas,<br />

que aún esperan la llegada de sus padres. Se cuenta que si te acercas a<br />

él, despacio y en silencio, puedes oír sus risas.<br />

Cuenta la leyenda que su madre, una noble francesa, se enamoró<br />

de un campesino aragonés. Que los padres de ella, al enterarse de sus<br />

amoríos, la enviaron a un convento de La Provenza para que le olvidara,<br />

pero la noble languidecía de amor y en vez de olvidarle se abrasaba en<br />

las llamas del deseo.<br />

Dicen que el aragonés, cuando se enteró del destino de su amada,<br />

emprendió un largo viaje a pie para rescatarla. Y que una noche sin luna,<br />

cuando atravesaba los Pirineos por Roncesvalles, apostado en una cueva<br />

al abrigo del gélido viento, vio unas luces que titilaban no muy lejos de<br />

donde él se hallaba y creyendo que se trataba de algún caminante<br />

perdido entre las nieves eternas de las cumbres, salió en su búsqueda. Al<br />

llegar, no daba crédito a lo que veía; una mariposa atrapada en una red<br />

era la que emitía tal luminiscencia. Se apiadó de aquella pequeña<br />

criatura. Sacó su cuchillo y rasgó la red para liberarla de su cautiverio. En<br />

el mismo instante que la mariposa salía de su prisión, se transformó en<br />

una hada blanca y dos lágrimas de agradecimiento rodaron por sus<br />

mejillas, solidificándose y convirtiéndose, una en oro, la otra en<br />

obsidiana. Se las regaló al aragonés, el oro su recompensa, la obsidiana<br />

su llamada; ella acudiría cuando él la necesitara. Volvió a transformarse<br />

en mariposa y se alejo con un vuelo magistral hacia su selva. Él,<br />

incrédulo, se guardó las piedras en su taleguilla.<br />

Cuentan que cuando llegó al convento no le dejaron pasar y que<br />

cuando ya había perdido toda esperanza de recuperar a su amada, una<br />

tarde de fina lluvia apareció una anciana que arrastraba tras de sí un<br />

cesto lleno de víveres para las hermanas. Él se prestó rápido a llevarle el<br />

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