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–Yo soy tu chofer. Eso es mejor que una propina.<br />

Seis horas y media después, Enzo´s estaba hasta las paredes. Mi uniforme<br />

de trabajo consistía en una camiseta blanca fruncida, un pantalón de lana gris<br />

con chaleco a juego, y una gorra. La gorra no hacía un buen trabajo al contener<br />

mi cabello, que se negó a permanecer escondido fuera de la vista. En este<br />

momento sentía algunos rizos pegados al lado de mi cara por el sudor. A pesar<br />

de que me sentía abrumada por completo, se sentía extrañamente aliviada de<br />

estar en mi cabeza. No había tiempo para cambiar mis pensamientos, aunque<br />

fugazmente, a Patch.<br />

–¡Nueva chica! – gritó uno de la cocina –Fernando –me gritó.<br />

Se puso en pie detrás de una pequeña pared que separaba los hornos del<br />

resto de la cocina, sosteniendo una espátula.<br />

–¡Tu orden está lista! –extendió los platos.<br />

Agarré los tres platos de sándwiches, cuidadosamente apilándolos sobre<br />

mi brazo en una fila, y salí por las puestas en vaivén. En mi camino a través del<br />

restaurante, me llamó la atención una de las animadoras. Ella sacudió la barbilla<br />

sentada en una mesa del balcón. Le respondí con un gesto rápido. Estaré ahí en<br />

un minuto.<br />

–Un sándwich de costillas, uno de salami, y uno de pavo asado –dije,<br />

dejando los platos frente a una fiesta de tres hombres de negocios en traje –,<br />

disfruten su comida.<br />

Corrí por las escaleras principales que salían del restaurante, tirando mi<br />

orden comida en mi mochila, apurando mi paso. Marice Millar estaba<br />

directamente, sentada en mi nueva mesa. También pude reconocer a Addison<br />

Hales, Oakley Williams, y Ethan Tyler, todos de la escuela. Pensé en hacer un<br />

cambio y pedirle a la dueña que alguien -cualquiera- atendiese la mesa, cuando<br />

Marcie alzó la vista y supe que estaba atrapada.<br />

Una sonrisa dura como el granito surcó su boca.<br />

Mi respiración vaciló. ¿Sabía que había cogido su diario No fue hasta que<br />

yo regresaba a casa y me metí en la cama la noche anterior, que recordé de que<br />

todavía lo tenía. Lo habría devuelto en ese momento, pero era lo último en mi<br />

mente. El diario había parecido insignificante al lado de la agitación que me<br />

raspaba, tanto por dentro como por fuera. A partir de ese momento, era<br />

intocable en el suelo de mi habitación, justo al lado de la ropa descartada<br />

anoche.<br />

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