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Él tardo en colgar el auricular. Cerró los ojos, su mente viajaba sin querer<br />

volver. Hubo una vez, hace quince años, cuando se quedó paralizado al<br />

escuchar el timbre del teléfono, los segundos golpeaban como tambores<br />

mientras esperaba la voz en el otro extremo. Con el tiempo, con un pacifico año<br />

sustituido por otro, él finalmente se convenció de que era un hombre que tenía<br />

que correr más rápido que los secretos de su pasado. Era un hombre que vivía<br />

una vida normal, un hombre con una hermosa familia. Un hombre sin anda<br />

que temer.<br />

En la cocina, de pie sobre el fregadero, Harrison se sirvió un vaso de agua<br />

y lo arrojó hacia atrás por su garganta. En completa oscuridad, su reflejo le<br />

devolvió la mirada desde ventana del frente. Harrison asintió con la cabeza,<br />

como para decirse a sí mismo que todo estaría bien, pero sus ojos estaban<br />

cargados de mentiras.<br />

Se aflojó la corbata para aliviar la tensión en su interior que parecía<br />

estirar su piel, y se sirvió una segunda copa. El agua nadaba con inquietud<br />

dentro de él, amenazando con volver arriba. Dejó el vaso en la cuenca del<br />

fregadero, buscó las llaves del coche en el mostrador vacilante, como si fuera a<br />

cambiar de opinión.<br />

Harrison acercó el auto a la acera y apagó los faros, sentando en la<br />

oscuridad, fumando, vio la hilera de casas de ladrillos destartalados de los<br />

bajos barrios de Portland. Hacía muchos años —quince para ser exactos—<br />

desde que había puesto los pies en el barrio, y confiando en su memoria<br />

oxidada, no estaba seguro de estar en el lugar correcto. Abrió la guantera y sacó<br />

un montón de hojas amarillentas. Monroe 1565, estaba a punto de girar el coche,<br />

pero el silencio en las calles le molestaba. Al tocar debajo de su asiento, sacó un<br />

revólver Smith & Wesson cargado y lo guardó en la cintura de sus pantalones<br />

en la parte baja de su espalda, no había apuntado un arma desde la universidad<br />

y nunca fuera de un campo de tiro. La idea clara en su cabeza palpitaba<br />

esperando que aún pudiera decir lo mismo en una hora.<br />

Las suelas de los zapatos de Harrison sonaban con fuerza en el pavimento<br />

desierto, pero no hizo caso al sonido, eligiendo en su lugar centrar su atención<br />

en las sombras proyectas por la luna plateada. Encogiéndose más en su abrigo,<br />

pasó los estrechos jardines de tierra encajonada por las vallas metálicas, las<br />

casas más allá estaban a oscuras y en inquietante silencio. Dos veces había<br />

sentido como si lo estuvieran siguiendo, pero cuando miró atrás no vio a nadie.<br />

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