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Rixon se encogió de hombros. Me estudió en silencio un momento antes<br />
que su cara ardiera de sorpresa.<br />
–¿Es una broma No había oído ese nombre en un buen tiempo. Pensé que<br />
a Patch no le gustaba ser llamado así. ¿Entonces te contó sobre eso<br />
Una lento frió se apoderó de mi corazón. Estaba al borde de decirle a<br />
Rixon acerca del sobre con el anillo de acero y la nota clamando que Black Hand<br />
asesinó a mi padre, pero me hallé a mi misma avara por una nueva respuesta.<br />
–¿Black Hand es el apodo de Patch–<br />
–No lo ha usado en años. No desde que empecé a llamarle Patch. Nunca le<br />
gustó Black Hand. –se rascó su cuello–. Eso era en aquellos días cuando teníamos<br />
trabajos de mercenarios para el rey de Francia. Dieciocho siglos de negras<br />
operaciones. Buen dinero.<br />
Bien podrían haberme abofeteado en la cara. El momento completo se<br />
sentía desbalanceado, volteado hacia un lado. Las palabras de Rixon corrían<br />
sobre mí, borrosas, como si estuviera hablándome en otro idioma, y no podía<br />
seguirlo. Inmediatamente me asaltaron las dudas. No Patch. Él no había matado<br />
a mi padre. Cualquier otra persona, pero no él.<br />
Lentamente las dudas empezaron a caer por la orilla del camino,<br />
reemplazada por otros pensamientos. Me hallé a mi misma escogiendo a través<br />
de los hechos, analizando la evidencia. La noche que le di a Patch mi anillo: el<br />
momento en el que dije que mi padre me lo había dado, el categóricamente<br />
insistió que no debía tomarlo. Y el mero nombre de Black Hand. Era muy<br />
oportuno, casi demasiado oportuno. Forzándome a aguantar un momento más,<br />
conteniendo mis emociones cuidadosamente en regla, selecciones mis<br />
siguientes palabras con cuidado.<br />
–¿Sabes que es de lo que más me arrepiento –dije en mi tono más casual<br />
que pude lograr–. Es la cosa más estúpida, y probablemente te rías.<br />
Para hacer mí historia más convincente. Dí una risa trivial de un lugar tan<br />
dentro de mí que ni siquiera sabia que existía.<br />
–Dejé mi sudadera favorita en su casa. Es de Oxford, mi escuela de<br />
ensueño –expliqué–. Mi papá la escogió para mi cuando fue a Inglaterra, así que<br />
significa bastante.<br />
–¿Estuviste en la casa de Patch –sonaba genuinamente sorprendido.<br />
–Sólo una vez. Mi mamá estaba en casa, así que manejamos a su casa para<br />
ver una película. Dejé mi sudadera en el sofá.<br />
Sabía que estaba caminando sobre una línea peligrosa, mientras más<br />
detalles revelaran de la casa de Patch, más riesgo corría que algo no cuadrara, y<br />
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