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Capítulo 4<br />

El sueño vino en tres colores: Blanco, negro y grisáceo.<br />

Era una noche fría. Estaba de pie, descalza, sobre el camino empedrado.<br />

Lodo y lluvia llenando rápidamente los baches en el piso. Piedras y hojas caídas<br />

se extendían alrededor de mí interminablemente; la oscuridad consumía todo<br />

lo visible, excepto por una luz que estaba a 100 metros de distancia, la cual<br />

provenía de una taberna construida de piedra y madera. La luz de las velas<br />

alumbraba todas y cada una de las ventanas. Pensaba en irme a refugiar ahí<br />

pero, a lo lejos, escuché el muy conocido sonido de campanas.<br />

Mientras el sonido se hacía más alto, me hice hacia un lado del camino,<br />

poniendo una distancia segura para poder observar. Una carroza con caballos<br />

apareció en el camino y se detuvo justamente donde momentos antes había<br />

estado de pie. En cuanto el carruaje se detuvo, el conductor se deslizó del<br />

asiento, sacudiéndose de lodo las botas, corrió hacia la puerta de la carroza y la<br />

abrió.<br />

Una figura negra emergió. Un hombre. Una capa colgaba de sus hombros,<br />

la llevaba abierta y ondeaba con el viento, pero su rostro iba tapado por la<br />

capucha de ésta.<br />

—Espera aquí— Le dijo al conductor.<br />

—Mi señor, está lloviendo fuertemente…<br />

El hombre que traía la capa asintió en dirección a la taberna —. Tengo<br />

negocios, no voy a tardar demasiado. Mantén a los caballos listos.<br />

Los ojos del chofer se fijaron en la taberna—. Pero, mi señor… son<br />

vagabundos y ladrones los que abundan ahí, y hay un aire extraño ésta noche.<br />

Lo siento en los huesos—. Masajeó su brazo con suavidad, como si un escalofrío<br />

le hubiese llegado de golpe—. Mi señor, sería mejor que nos apresuráramos<br />

para regresar con la señora y los pequeños.<br />

—No le digas nada de esto a mi esposa— El hombre de la capucha abrió y<br />

cerró sus manos enguantadas, mientras observaba la taberna—. Tiene<br />

demasiado por lo cual preocuparse—. Murmuró.<br />

Gire mi atención a la taberna y las luminosas velas parpadearon en las<br />

pequeñas e inclinadas ventanas. El techo estaba ladeado igual, inclinado un<br />

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