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las voces que hay que oir<br />
MIS VOCES *<br />
Olga Runciman<br />
Psicóloga por la Universidad de Copenhaguen<br />
Enfermera de salud mental<br />
Presidenta de la Red de Voces Danesa de Intervoice<br />
Diagnosticada como un caso incurable. Escribe sobre la ética de las<br />
prácticas psiquiátricas y las formas alternativas de curarse.<br />
Soy una “oyente de voces” y estoy orgullosa de ser parte<br />
de una comunidad poderosa y creciente que rechaza las etiquetas<br />
que nos otorga la psiquiatría. Veo “nuestras voces”<br />
muy significativas, importantes y relacionadas con nuestras<br />
historias de vida.<br />
Voy a empezar por mí y “mis voces” y más adelante voy a<br />
describir mi proceso de recuperación como sobreviviente psiquiátrica.<br />
Oí mi primera “voz” cuando era una niña muy pequeña, de<br />
cuatro o cinco años, no recuerdo con exactitud. Recuerdo sin<br />
embargo, la primera vez que la escuché. Yo estaba sentada<br />
jugando sola dentro de nuestra casa y dijo mi nombre en voz<br />
muy alta. Tenía una voz tan profunda como un eco y parecía<br />
venir de arriba y de alrededor. No reconocí la voz, e inmediatamente<br />
tuve curiosidad por saber quién era esta persona<br />
extraña que me estaba llamando por mi nombre y comencé<br />
a buscarla por la casa. Busqué por todas partes y cada vez<br />
que me llamaba yo gritaba de nuevo: “sí, estoy aquí!”, o<br />
algo por el estilo. No encontraba a nadie y eso me hizo sentir<br />
cada vez más frustrada y angustiada y, al final, muy enojada<br />
con su habilidad para esconderse tan bien que era imposible<br />
encontrarla.<br />
Más adelante la voz siguió apareciendo y pronto acepté que<br />
era invisible, que estaba bien y que estaba allí para ayudarme.<br />
También pronto me di cuenta de que tenía la capacidad para<br />
predecir los acontecimientos y situaciones que, con su ayuda,<br />
podía evitar o hacer frente. A medida que pasaba el tiempo<br />
se convirtió en mi consuelo y mi guía en este laberinto de la<br />
confusión emocional que era mi casa y llegó a jugar un papel<br />
muy importante para sobrevivir los primeros años de mi vida.<br />
La llamé Dios.<br />
Hay una segunda voz, que tal vez siempre ha estado ahí, de<br />
una niña pequeña, mi niña. Siempre de espaldas a mí, siempre<br />
sola, muy sola. Vestida la mayoría de veces en color rojo,<br />
nunca habla, sólo grita. Levanta la cabeza y grita en voz alta<br />
el dolor agonizante del abandono total, sin embargo, nunca<br />
ha sido ni será escuchada. A veces deja escapar unos sollozos<br />
estremecedores. Otras veces se sienta con las piernas cruzadas;<br />
de espaldas a mi, acurrucada sobre alguna actividad<br />
secreta que sólo ella conoce. Yo sé que es una parte de mí,<br />
una parte secreta y quiero desbloquear el secreto, pero no<br />
sé cómo llegar a ella; se sienta allí tan cerca que casi puedo<br />
tocarla, pero está tan lejos que bien podría estar en otro planeta<br />
al que toda una vida de viajes no me acercará. Ella es mi<br />
enigma, la gran pregunta en el tapiz de mi vida, mi por qué.<br />
Mi tercera y cuarta voz llegaron más tarde, mucho más tarde;<br />
vinieron cuando eché a Dios. Arrojé a Dios y lo que vino<br />
detrás a escondidas, como los ladrones en la noche, robaron<br />
mi alma llenando mi mundo de oscuridad. Una piscina negra<br />
impregnada de odio y destrucción, quemando mi lengua y<br />
cortando mis brazos. Eran mis culpas, la prueba viviente de mi<br />
espectacular fracaso. Nada es nunca bueno, todo es siempre<br />
malo, son un recordatorio constante de mi suciedad, la niña<br />
sucia que se convirtió en lo sucio que me ensució. Poco a<br />
poco (o tal vez bastante rápido), me envenenaron con grapas<br />
negras estirándose y moviéndose hacia lo más profundo. Pero<br />
al ser mis defectos, ellas mismas fueron finalmente condenadas<br />
a fracasar en su misión: la intoxicación completa de todo<br />
lo que soy. Un fragmento o fragmentos de mí permanecieron<br />
intactos, eran inmunes a su veneno, se mantuvieron limpios,<br />
serenos, fuertes y poderosos.<br />
Ellas han sido mi compañía constante, siempre están ahí, pero<br />
no siempre están presentes. A veces llenan mi cabeza, asumiendo<br />
mi lengua, diciendo palabras que no reconozco. No las<br />
reconozco en el sentido de que esa no soy yo, es un desconocido<br />
pidiendo prestada mi boca, mi lengua, diciendo cosas terribles<br />
que hieren, cortando como un cuchillo en la parte blanda<br />
de mi interior. O peor aún, un mentiroso, hiriendo a quienes<br />
tengo tanto cariño, mientras el dolor reverbera y se vuelve con-<br />
MYS 36<br />
* Texto completo en www.madinamerica.com/2012/02/the-voices-of-me/<br />
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