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las voces que hay que oir<br />
Eleanor Longden<br />
Doctora en psicología<br />
Pertenece a “Hearing Voices”<br />
LAS VOCES EN<br />
mi cabeza<br />
El día que me fui de casa por primera vez para ir a la universidad<br />
fue un día soleado lleno de esperanza y optimismo. Lo había<br />
hecho bien en la escuela, las expectativas sobre mí eran altas,<br />
y entré llena de alegría en la vida estudiantil de conferencias,<br />
fiestas y robo de conos de tráfico.<br />
Las apariencias, por supuesto, pueden ser engañosas, y en<br />
cierta medida, esta persona luchadora, enérgica era una<br />
apariencia, aunque una muy bien elaborada y convincente.<br />
En el fondo, era muy infeliz e insegura y fundamentalmente<br />
asustada, de los demás, del futuro, del fracaso… y del vacío<br />
que sentí dentro de mí. Pero era experta en ocultarlo y desde<br />
el exterior parecía ser alguien con todo para esperar y aspirar.<br />
Esta fantasía de invulnerabilidad era tan perfecta que hasta<br />
yo misma me engañé y conforme el primer semestre terminó<br />
y comenzó el segundo, no había forma de que nadie pudiera<br />
haber predicho lo que iba a suceder.<br />
Salía de un seminario cuando empezó, tarareando para mí<br />
misma, moviendo mi bolso igual que cientos de veces antes,<br />
cuando de repente oí una voz que decía con calma “ella está<br />
saliendo de la habitación”. Miré alrededor y no había nadie<br />
pero la claridad y la firmeza del comentario era inconfundible.<br />
Agitada, dejé mis libros en las escaleras y corrí a casa, y<br />
ahí estaba otra vez: “Ella está abriendo la puerta”. Ese fue<br />
el comienzo. La voz había llegado. Durante días, y luego de<br />
semanas, siguió y siguió narrando todo lo que yo hacía en<br />
tercera persona. “Ella está saliendo de la biblioteca”. “Ella<br />
está yendo a una conferencia”. Era neutral, impasible e incluso,<br />
después de un rato, extrañamente sociable y tranquilizadora,<br />
aunque me di cuenta de que su exterior tranquilo a veces<br />
resbalaba y reflejaba mi propia emoción inexpresada. Así, por<br />
ejemplo, si yo estaba enojada y tenía que ocultarlo (lo que hacía<br />
a menudo), siendo muy hábil para ocultar lo que realmente<br />
sentía, entonces la voz sonaba frustrada. De lo contrario, no<br />
era ni siniestra ni inquietante, aunque incluso en ese momento<br />
estaba claro que tenía que comunicarse conmigo acerca de mis<br />
emociones, especialmente las emociones que eran remotas e<br />
inaccesibles.<br />
Fue entonces cuando cometí un error fatal, le hablé a una<br />
amiga sobre la voz y se horrorizó. Empezó, así, un proceso<br />
sutil de adaptación a la idea de que la gente normal no oye<br />
voces y, por tanto, algo en mi andaba muy mal. Tal temor y<br />
desconfianza fueron contagiosos. De repente la voz ya no<br />
parecía tan benigna, y cuando mi amiga insistió en que buscara<br />
atención médica, obligada acepté, lo que resultó ser el error<br />
número dos.<br />
Pasé algún tiempo habándole al médico de la universidad de<br />
lo que creía que era el verdadero problema: ansiedad, baja<br />
autoestima, temores acerca del futuro, pero fui escuchada<br />
con indiferencia aburrida hasta que mencioné la voz, después<br />
de lo cual se le cayó su pluma y comenzó a interrogarme con<br />
verdadero interés. Y para ser justos, yo estaba desesperada por<br />
despertar interés y recibir ayuda, así que empecé a contarle<br />
sobre mi extraño comentarista. En este momento, la voz dijo,<br />
“ella está cavando su propia tumba”.<br />
Me enviaron a un psiquiatra, quien interpretó todo lo que dije<br />
a través de la lente de la locura. Por ejemplo, yo colaboraba en<br />
una estación de televisión de estudiantes que emitía boletines<br />
de noticias alrededor del campus, y durante una cita con él en<br />
la que se estaba haciendo muy tarde, le dije, “Lo siento, doctor,<br />
me tengo que ir. Yo leo las noticias a las seis”. El anotó en<br />
historia clínica “Eleanor tiene delirios de ser una locutora de<br />
noticias de televisión”.<br />
Fue en este punto en que comenzaron los eventos que<br />
rápidamente me sobrepasaron. Hubo un ingreso en el hospital,<br />
el primero de muchos, después un diagnóstico de esquizofrenia<br />
y, lo peor de todo, un atormentado (tóxico) sentimiento de<br />
desesperanza, humillación y desesperación cayó sobre mí y<br />
mis posibilidades. Pero empujada a ver la voz no como una<br />
experiencia sino como un síntoma, mi miedo y resistencia<br />
hacia ella se intensificó, adopté una postura agresiva hacia mi<br />
propia mente. Se desencadenó en mi interior una especie de<br />
guerra civil psíquica, lo que provocó que el número de voces<br />
aumentara y fueran progresivamente hostiles y amenazantes.<br />
MYS 36<br />
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