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las voces que hay que oir<br />

Campañas<br />

anti-estigma<br />

que estigmatizan<br />

Marta<br />

Carmona Osorio<br />

Psiquiatra<br />

Consumidores de a pie en el mundo actual, estamos acostumbrados<br />

a que la publicidad hiera. A que falte al respeto<br />

a colectivos e individuos, a que a veces incluso lo haga con<br />

cierta gracia, disfrazada de autohumor, o a que simule un respeto<br />

hondo y promueva fines aparentemente incontestables.<br />

Se acepta que la publicidad es para vender suspendiendo,<br />

por aburrimiento, la capacidad de alerta hacia lo perversos<br />

que pueden ser muchos de sus mensajes. “Eres una mujer<br />

moderna, así que al fregar sonríe”, “no escojas la comida por<br />

su sabor sino por un cuento chino acerca de que mejora tus<br />

defensas”, “acéptate a ti misma pero adelgaza”.<br />

La Industria Farmacéutica, una de las mayores del mundo, y<br />

cuyo poder la gente común apenas alcanza a entrever, está<br />

más que acostumbrada a los entresijos del mundo publicitario<br />

y baila sobre ellos como nadie. A cada campaña social denunciando<br />

sus abusos responden con cara de pena, aduciendo<br />

que nadie investigaría si no fuera por ellos y que les duele<br />

quedar siempre de malos cuando son los verdaderos héroes.<br />

El hecho de que la inmensa mayoría de su investigación sea<br />

destinada a ampliarle la patente a fármacos ya existentes y<br />

que las verdaderas innovaciones suelan venir de la investigación<br />

pública queda reducido a mero matiz. Sin embargo su<br />

mayor baza, al estilo Coca-cola o Apple es considerar que la<br />

publicidad mediática es un mero apoyo, si uno puede tener<br />

al propio consumidor, al que se deja dinero en los productos,<br />

evangelizando a su entorno acerca de las ventajas de<br />

aquello que acaba de comprar. La próxima vez que acudas<br />

a la consulta de tu médico fíjate en cuantos bolígrafos, postits,<br />

folios o lámparas publicitarias tiene. Lo más probable es<br />

que ella/él ni siquiera se haya dado cuenta, se asume que la<br />

publicidad está ahí y que la prescripción está libre de toda<br />

influencia. Podrías preguntarle incluso a cuántos congresos<br />

ha ido financiada/o por la Industria Farmacéutica, cuántas<br />

cenas le han pagado y cuántos de sus libros han sido “cortesía”<br />

del laboratorio. Tu médico parpadeará asombrada/o y te<br />

dirá “no tienes por qué preocuparte, el dinero de la Industria<br />

Farmacéutica no me afecta” 1 . Si aguzas el oído escucharás<br />

a la Industria en pleno carcajeándose. Pero lo cierto es que<br />

la mayoría de los médicos defiende esa tesis, aunque sí denuncian<br />

que el resto de sus compañeros se ven afectados<br />

por la influencia de los laboratorios farmacéuticos. Paradojas<br />

de la negación humana, extremadamente rentables para los<br />

hábiles en números.<br />

En este contexto, los laboratorios Janssen lanzan una campaña<br />

en contra del estigma que acarrean las enfermedades mentales.<br />

Antes de enzarzarnos con el asunto estigma, cabe destacar<br />

que Jannsen ostenta la patente de un puñado de fármacos<br />

con indicación en esquizofrenia, extremadamente caros (unos<br />

500 euros cada inyección mensual cuesta el último en salir) en<br />

comparación a fármacos análogos (de unos 3-8 € la inyección<br />

mensual) ante los cuales no han demostrado superioridad; habiendo<br />

conseguido hacerse un hueco de oro en el sector. Hace<br />

pocos meses organizaron, junto con una de las dos grandes<br />

asociaciones nacionales de psiquiatras que existen en España<br />

unos encuentros en los que promovían la generalización<br />

del TAI (tratamiento ambulatorio involuntario) en los enfermos<br />

mentales. A día de hoy el TAI existe, y se aplica a personas<br />

que han cometido un delito en circunstancias relacionadas con<br />

su enfermedad, trocándose la condena al uso por este tratamiento<br />

involuntario. Sin embargo aquellos que promueven<br />

extenderlo se saltan el paso haber cometido un delito y promueven<br />

la obligatoriedad de tratamiento en previsión de dicha<br />

actividad delictiva sin saber si esa persona cometerá un delito<br />

o no, asumiendo la clásica (y perversa) premisa “enfermedad<br />

mental = delincuencia”. Habrá quien, desde la distancia, pueda<br />

compartir este planteamiento de la prevención-a-costa-<br />

MYS 36<br />

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