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editorial<br />
Ibone Olza<br />
Psiquiatra<br />
LOCA(S)<br />
Me fui. Hace pocos meses dejé el hospital<br />
público donde trabajaba como psiquiatra<br />
desde hacía 9 años. Me impulsó<br />
sobre todo la intuición de que si seguía<br />
allí iba a enfermar. Salí por la puerta<br />
de atrás, casi a escondidas, en medio<br />
de una profunda crisis profesional. Me<br />
siento traumatizada por el mal-trato y<br />
la violencia que he percibido y que a<br />
veces he ejercido yo misma en las urgencias<br />
psiquiátricas. Atendiendo malamente<br />
a montañas de pacientes con un<br />
alto sufrimiento (casi siempre por rupturas<br />
afectivas) al que desde lo público<br />
ya casi sólo se responde con más y más<br />
pastillas y/o contenciones mecánicas,<br />
eufemismo del clásico “atar a la cama”.<br />
Llegué a encontrarme a una mujer paralítica<br />
atada a la cama en una guardia,<br />
la propia paciente se reía al contármelo:<br />
¡adonde se iba a escapar ella sin su silla<br />
de ruedas!<br />
Tuve una pesadilla. Había un preso condenado<br />
a muerte al que iban a ejecutar.<br />
Alguien, no sé quién, me venía a buscar.<br />
Me pedían que le diera un calmante al<br />
preso, para que pudiera afrontar su ejecución<br />
más tranquilamente. Yo respondía<br />
horrorizada: “¿Cómo podéis pedirme<br />
esto a mí, si yo estoy absolutamente<br />
en contra de la pena de muerte?” “- Le<br />
vamos a ejecutar igualmente”, me decían.<br />
“Lo que opines sobre la pena de<br />
muerte da igual, lo único que queremos<br />
saber es si quieres ayudar a este<br />
pobre hombre a estar más tranquilo en<br />
sus últimos momentos o no”. En algún<br />
momento yo accedía, le daba un ansiolítico,<br />
le ejecutaban. El resto del sueño<br />
yo lo pasaba atormentada, preguntándome<br />
a mí misma cómo era posible que<br />
me hubieran convencido, como había<br />
accedido a ser cómplice de una ejecución.<br />
Qué angustia.<br />
Era fácil ver que en esa pesadilla estaban<br />
magnificados hasta el extremo muchos<br />
de mis conflictos cotidianos en el<br />
hospital. ¿Soy cómplice de la violencia<br />
cuando intento aliviar el sufrimiento de<br />
los que la padecen? ¿Puedo trabajar<br />
dignamente en un sistema público cada<br />
vez más deteriorado donde muchos<br />
profesionales nos sentimos maltratados<br />
por los que nos dirigen? ¿Hasta cuándo<br />
resistir? ¿Cómo ocuparme de la salud<br />
mental de los demás cuando corre serio<br />
peligro la mía? Al fin y al cabo ¿qué<br />
entendemos por salud mental? ¿Y qué<br />
hay de la salud mental de las mujeres?<br />
¿No es acaso señal de salud no adaptarse<br />
a un mundo enfermo, donde son<br />
tan frecuentes los abusos a las niñas y<br />
prima la presión para anular nuestros<br />
cuerpos y deseos? ¿Y el sufrimiento que<br />
me genera la destrucción de la naturaleza,<br />
dónde se contempla?<br />
Me remitieron a la consulta del psiquiatra.<br />
Este, un hombre afable y cariñoso,<br />
me pasó un artículo con un título muy<br />
ilustrativo: “Prevención del suicidio en<br />
médicos”. En el mismo se mencionaba<br />
que “la tasa de suicidio de las médicas<br />
es claramente superior a la de los médicos,<br />
siendo esta tendencia aún más<br />
pronunciada entre psiquiatras y anestesistas”.<br />
Qué casualidad.<br />
Buscaba respuestas a mis preguntas<br />
cuando me preguntaron si podía escribir<br />
el editorial a este número de Mujer y<br />
Salud. Vaya, precisamente a mí y ahora.<br />
¡Qué suerte! Así he podido leer y pensar<br />
con detenimiento en estos textos<br />
de Sara Toledano, Cristina Martín, Marta<br />
Carmona o Paula Tomé entre otras.<br />
Usuarias o profesionales, ¿dónde radica<br />
la diferencia? ¿Cómo ayudarnos las<br />
unas a las otras? En sus aportaciones<br />
una percibe el camino a seguir en esta<br />
necesaria y profunda revolución que se<br />
avecina en la salud mental y que como<br />
bien sabemos de las revoluciones en<br />
ciernes: será feminista o no será.<br />
Paula Tomé en su maravilloso texto<br />
“Pacto de cuidados” afirma: “Mi concepto<br />
de salud mental pasa por devolver<br />
un lugar digno a estas experiencias<br />
mentales. Por redefinirlas y compren-<br />
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