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las voces que hay que oir<br />
o tras interrogatorios, totalmente improcedentes, sobre el uso<br />
sexual de sus genitales.<br />
Cada vez hay más profesionales que cuestionan la etiqueta de<br />
enfermedad mental a la transexualidad o incluso la etiqueta<br />
de enfermedad. Es absolutamente necesario que desde la<br />
psicología y la psiquiatría se abandonen todas las prácticas<br />
y conductas, que no son más que formas de discriminación<br />
transfóbica institucionalizadas.<br />
Para leer más:<br />
The narratives of transgender rights mobilization in Spain. Raquel<br />
(Lucas) Platero. Sexualities. 2011; 14(5), 597–614<br />
Despatologización trans y práctica arteterapéutica. Amets Suess.<br />
Arte·y·políticas·de·identidad 2011; vol. 4 (junio), 107-126<br />
Consideraciones en torno a la propuesta de despatologización de la<br />
transexualidad. Cristina Polo Usaolaa, Daniel Olivares Zarcob Rev. Asoc.<br />
Esp. Neuropsiq., 2011; 31 (110), 285-302.<br />
Sacudirse la tutela médica. Hacía la despatologización de la<br />
transexualidad<br />
Fernando Tena Revista andaluza de antropología. 2013; (5),35-65.<br />
Guía de buenas prácticas para la atención sanitaria a personas trans<br />
en el marco del sistema nacional de salud Editada por la Red por la<br />
Despatologización de las Identidades Trans del Estado español<br />
Peor el remedio<br />
QUE LA<br />
Manuel<br />
Alonso Montes<br />
Escritor, activista<br />
enfermedad<br />
Para quien no lo sepa, me diagnosticaron con dieciséis años<br />
una esquizofrenia, aunque yo, en un principio, no dije que tenía<br />
alucinaciones visuales y auditivas a nadie por temor a que<br />
me encerraran en un manicomio de por vida (esto lo sabrán<br />
ya los lectores de la revista El Mundo de Selene, en el primer<br />
número en un artículo titulado “La esquizofrenia y yo”)<br />
Pero yo, aquí y ahora, no voy a hablar de mi enfermedad,<br />
sino de los psiquiatras que me tocaron y que pueden llegar a<br />
convertirse en peor el remedio que la enfermedad.<br />
Cuando mis padres decidieron enviarme a una psiquiatra, fue<br />
en contra de mi voluntad. Esa primera profesional me diagnosticó<br />
síntomas de trastorno psicótico y estaba obsesionada con<br />
decirme, cada vez que yo entraba en su consulta, que tenía la<br />
boca torcida y que mi imaginación eran alucinaciones visuales.<br />
De acuerdo, yo tenía alucinaciones visuales (ver cómo mis<br />
manos me arrancaban los ojos, ver a mi madre con calavera<br />
en vez de con cabeza…), pero también tenía imaginación<br />
que me servían para escribir poemas y algún relato. Pues,<br />
según esa psiquiatra, la imaginación que tenía era una serie<br />
de alucinaciones visuales. La gente que esté leyendo esto me<br />
preguntará: ¿cómo sabes eso si tenías brotes psicóticos? Muy<br />
fácil, porque lo controlaba a voluntad y, claro está, al ser imaginación,<br />
podía imaginar lo que me diera la gana y cuando<br />
me daba la gana.<br />
Como esa psiquiatra no convencía a mis padres (bueno, a mi<br />
madre que era la quien quería llevarme a psiquiatras), pidieron<br />
a mi médico de cabecera que les recomendara un médico<br />
de la mente para tener una segunda opinión. El médico de<br />
familia nos envió a un loquero que tenía consulta en la calle<br />
Corrida. La primera vez que estuve a solas con él, me preguntó<br />
a qué quería dedicarme profesionalmente.<br />
“Bueno, mi sueño es dedicarme a la literatura –contesté-, ser<br />
escritor”. Y él, por toda respuesta, dijo “Uf, desde que uno<br />
empieza hasta que gana el premio Planeta…”<br />
MYS 36<br />
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