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las voces que hay que oir<br />
Vamos a ver, yo conocí en el bachillerato,<br />
a gente que se quería dedicar<br />
a lo artístico, y lo sabían los profesores.<br />
Había una chica que quería<br />
ser actriz y nadie le dijo: “Uf, desde<br />
que uno empieza hasta que gana un<br />
Goya… “También había un chico<br />
que quería montar un grupo musical<br />
punk y nadie le dijo: “Uf, desde<br />
que uno empieza hasta que gana un<br />
Grammy…”<br />
Lo del bachillerato fue otra. Ese psiquiatra<br />
quería enviarme a un centro<br />
de día. Me decía que había equipo<br />
de fútbol, una revista…, pero yo dije “Ah no, yo hago el bachillerato”.<br />
Y si no hubiera tomado esa decisión seguro que<br />
habría estado en el centro de día muchos años y, al final, no<br />
hubiese hecho el bachillerato de Humanidades (me lo hubieran<br />
prohibido, como ahora con los estudios superiores, y<br />
actualmente sería un ignorante de los más grandes).<br />
Ese médico de la mente opinaba lo que le daba la gana. Una<br />
vez, haciéndome un test, me preguntó si oía voces cuando<br />
estaba solo.<br />
-No –contesté (las oía cuando estaba acompañado).<br />
-Pues yo creo que sí (¿entonces para qué me pregunta?).<br />
Cuando empecé el bachillerato diurno (más tarde me pasaría<br />
al nocturno) en el Calderón de la Barca, una profesora que<br />
daba clases de filosofía (y que me dio clases de ética en el<br />
Doña Jimena), me dijo que si desconocía qué enfermedad<br />
padecía, tenía derecho a saberlo. Pregunté a aquel loquero y<br />
sólo me dijo: “psicosis”. Un punto a favor de este psiquiatra:<br />
movió papeles para que yo tuviese una pensión de minusvalía.<br />
Ahí fue cuando me enteré que mi enfermedad se llamaba<br />
esquizofrenia paranoide. Eso sí, me prohibía leer libros sobre<br />
mi mal, aún no sé por qué.<br />
Después de todo esto decidí dejar de ir a su consulta porque<br />
estaba harto de aquel médico e hice todo el bachillerato<br />
sin medicarme, sólo tomando orfidal, un tranquilizante para<br />
calmarme y del que me hice adicto. Después de superar esa<br />
adicción, y como no se me quitaban los nervios, acudí a ese<br />
médico, el cual me engañó para ingresar en una unidad de<br />
psiquiatría para que me diesen medicación para la esquizofrenia.<br />
Pero yo no quería curarme de la esquizofrenia, pues<br />
sabía qué era real y qué era ficción,<br />
sino los nervios. En esa unidad de<br />
psiquiatría, mi psiquiatra era una<br />
mujer que decidió enviarme al centro<br />
de día, con este diálogo:<br />
-Irás allí y harás amigos.<br />
-Tengo amigos y números telefónicos<br />
y direcciones en una agenda,<br />
cuando quiera puedo acudir a ella.<br />
-Sé que te será dificultoso, pero harás<br />
amigos.<br />
¿Me escuchó, no me hizo caso, era<br />
esa médica tonta? Al final de este<br />
artículo-biografía daré mi opinión.<br />
La unidad era peor que la cárcel, me<br />
ataron por no escucharme y ataban con correas a la cama a<br />
cualquiera aunque su único pecado fuese hablar en el comedor.<br />
Eso sí que es “peor el remedio que la enfermedad”. Al<br />
final fui al centro de día y me tocó un psiquiatra y una tutora<br />
que me decían que ser escritor “es muy difícil”. Repito: a<br />
la chica que quería ser actriz y al chico que quería tener un<br />
grupo de punk nadie les dijo que fuera difícil. ¿Por qué a mí<br />
sí? Además, el centro de día era lo más cutre que había visto<br />
en la vida.<br />
Cuando me dieron el alta en el centro de día me tocó ir al<br />
centro de salud mental más cercano a mi casa, y me volvió<br />
a tocar el loquero que me envió a la unidad de psiquiatría.<br />
Cuando le dije que quería hacer una carrera, él me respondió<br />
que no me garantizaba nada (¿qué me tiene que garantizar,<br />
si la carrera la estudio yo?). Siempre salía enfadado de su<br />
consulta por su falta de empatía. Y lo que me hartó fue cuando,<br />
al referirse a los malos tratos que me dio mi progenitor<br />
de niño, dijo: “Por siete u ocho bofetadas que te haya dado<br />
tu padre…” e hizo un discurso como diciendo que el hombre<br />
ha de ser el cabeza de familia y que mi padre podía pegarme<br />
todo lo que quisiera porque era mi padre. Ahí decidí cambiar<br />
de psiquiatra, y ahora estoy mejor.<br />
Creo que los psiquiatras suelen ser personas sin empatía y<br />
que la mayoría escuchan lo que quieren oír. Creo que lo he<br />
demostrado con este artículo sobre mi vida. Por ahora, un<br />
caso diferente al resto es mi actual psiquiatra, que es alguien<br />
que me apoya a escribir y que me escucha y me ayuda. Pero<br />
la mayoría de los psiquiatras… peor el remedio que la enfermedad.<br />
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