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las voces que hay que oir<br />
tra mí como ondas. Otras veces su negrura<br />
está lejos, muy lejos, cubierta por<br />
capas de calma, fuerza, amor y felicidad,<br />
atrapándolas para que sus zarcillos negros<br />
no puedan escapar. Entonces yo las<br />
controlo a ellas y su poder se reduce a<br />
nada. Pero ¿cómo es posible que a veces<br />
aún vomiten zarcillos negros? Me<br />
gusta pensar que son un eco, a veces un<br />
eco fuerte, pero sólo eso. Sin embargo,<br />
sé que son mi pasado que incide sobre<br />
mi presente, distorsionado y lleno de veneno,<br />
siempre veneno.<br />
Luego está la voz del que llamo el comodín.<br />
Llega mucho después que los demás, y es en realidad<br />
muy sabio. Sé que cuando viene resume todo el episodio con<br />
sus bromas jocosas, con su graciosa forma de caminar; es<br />
el que trae la paz y yo le doy la bienvenida. Sé también que<br />
para el mundo exterior, es el más aterrador. Me hace reír y el<br />
mundo exterior no sabe interpretar mi risa, no la entiende, y<br />
escuchar mi risa sin su interpretación les mueve por dentro,<br />
“es una loca” dicen, “encerradla”.<br />
Me gustan sus bromas. Bromeando dispersa los zarcillos negros,<br />
lo que hace que se disuelvan, se retiren y neutralicen su<br />
veneno. Sus irónicos pero tan auténticos chistes van directamente<br />
al centro, dibujando, con un poco de sangre en su<br />
interpretación precisa de la realidad, mi realidad.<br />
A menudo me hace ver lo absurdo de todo el episodio, lo<br />
completamente pequeño e insignificante que es cuando se<br />
mide en la perspectiva del rico tapiz que es mi vida. No es<br />
más que una mota, ese episodio en el que, por un corto momento,<br />
se le ha abierto la puerta a las grapas negras del veneno.<br />
Él cierra la puerta.<br />
Finalmente (casi), tenemos a los murmuradores. Los murmuradores<br />
nunca dicen nada con claridad, siempre están a<br />
las afueras de la claridad de las palabras. Son un grupo de<br />
indeterminado tamaño, a veces grande y amenazante, otras<br />
veces lejano como nubes de tormenta, vallando el horizonte.<br />
Son los guardianes que advierten que los tiempos oscuros se<br />
acercan. Su acercamiento puede ser, a veces, tan sutil que,<br />
de repente, ellos están ahí, como un chaparrón de destellos,<br />
cogiéndote desprevenida; otras veces su murmullo es como<br />
una lejana tormenta de truenos retumbando que se acercan<br />
cada vez más, avisándote de la inminente tormenta.<br />
Sus murmullos son confusos, su mensaje claro, pero siempre<br />
están ahí en los momentos de cansancio o agotamiento mental.<br />
Me confunden, distorsionan el significado y las palabras<br />
del mundo exterior. Otras voces comienzan a incluir mensajes<br />
oscuros y siniestros y ocultos, haciendo<br />
a la gente sombría y amenazante al<br />
igual que las nubes del temporal que se<br />
avecina. Palabras bondadosas se vuelven<br />
crueles y duras, haciéndose eco de<br />
un pasado en el que las cosas no eran<br />
como parecían.<br />
Mi Voz, mi propia voz<br />
Llegar a ser yo, llegar a ser Olga, fue<br />
un viaje, un viaje duro, pero también<br />
un camino de alegría que acababa en<br />
el amor. Los viajes son extraños, piensas<br />
que vas en una sola dirección, pero<br />
de repente te encuentras en un camino diferente en un país<br />
diferente, la gente te dice cosas extrañas que son difíciles o<br />
incluso imposibles de entender .<br />
En este viaje de convertirme en un todo, pasé por una tierra<br />
ya conocida para mi pero que, vista desde el otro lado, se<br />
convirtió en extraña. El lenguaje que solía hablar en ese país<br />
dejó de existir, entendía sus palabras vacías, pero mis palabras<br />
fueron vistas como locura. Yo era una esquizofrénica,<br />
me decían “recuerde que debe dejar de pensar que hay una<br />
cura, usted es crónica, una esquizofrénica crónica, un defecto<br />
biológico con una enfermedad incurable” Pero yo también,<br />
desde el otro lado, leí libros y aprendí biología, me habían<br />
dicho, y yo había creído, que se trataba de una enfermedad<br />
crónica. Pero ahora se trataba de mí y no lo podía creer.<br />
Al principio les conté mis problemas pero nadie escuchaba,<br />
solamente escribían. ¿Por qué escribían? no lo sé. Yo no era<br />
relevante ni jugaba ningún papel. Lo importante era enseñarme<br />
mi lugar en el esquema biológico de un modelo médico.<br />
La química de mi cerebro estaba cruzada debido a la genética<br />
y para arreglarla había productos químicos. Orap, Cisordinol,<br />
Risperdal, Leponex son sólo algunos de los que he probado en<br />
este viaje de 10 años. Me volví grande y gorda, apática y rígida,<br />
y en cuanto a mi cerebro dejó de conectar, desarticulado, atrapado<br />
y lleno de lana creando una distancia entre yo y mi vida.<br />
“Va a ayudarte con tus voces, que son sólo un síntoma de esta<br />
enfermedad grave, no son reales “, dijeron una y otra vez. Mis<br />
sentimientos se volvieron confusos, mis emociones, grises, el<br />
color había desaparecido y lo único que me quedaba era vacío,<br />
interminable vacío sin sentido que me llenó de desesperación.<br />
Eso sí lo podía sentir. El tiempo se estiraba, parecía más lento<br />
(lo era para mí). Me sentaba en una silla para pensar “¿qué<br />
debo hacer hoy?”, y de repente el hoy estaba oscuro, se había<br />
ido, la noche había llegado. Otro día sin sentido, sin objetivo,<br />
había pasado, gracias a Dios por las pastillas, por lo menos<br />
había dormido la mayor parte del día en otro lugar ... otra vez.<br />
20 MYS 36