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las voces que hay que oir<br />
ver como estas dos palabras se esfuman cuando nos toca posicionarnos,<br />
enfrentarnos a realidades que nos superan, a realidades<br />
que no podemos manejar, no sabemos o nuestro ego<br />
impide una reacción responsable ante ellas. Un ejemplo es la<br />
cantidad de diagnósticos, cuanto menos dudosos, que circulan<br />
de una consulta a otra, sin más respuesta que una etiqueta<br />
colocada por unos o por otros. Espantosa, esa es la palabra<br />
que mejor describe la realidad de muchas mujeres a las que<br />
se les ha colocado la etiqueta de Trastorno de Personalidad x.<br />
El más difundido es el trastorno de personalidad límite, de ahí<br />
mi exposición sobre él. Las etiquetas son meros vehículos comunicativos<br />
en contextos determinados (en nuestro caso salud<br />
mental) pero que han sido desvirtuados por unos y por otros, y<br />
lo único que generan es frustración, miedo, dolor e incomprensión.<br />
Posicionarnos es algo complicado, algo que genera dudas,<br />
algo que puede traernos que nuestro camino sea menos<br />
fácil de lo que se pretendía, pero mucho más coherente, sano<br />
y responsable para con nosotros y sobre todo para con el paciente.<br />
Se trata de poner el foco donde se debe, no donde nos<br />
resulta más cómodo. Se trata de iniciar un buen tratamiento,<br />
un camino de recuperación, de autonomía, y eso siempre empieza<br />
por un buen diagnóstico, un buen punto de partida. Se<br />
trata, claro que sí, de desculpabilizar a una mujer, y no señalar<br />
un trastorno inexistente. Observar las consecuencias y estudiar<br />
las causas. Con esto no quiero caer en el error de pensar que<br />
no existen mujeres maltratadas que podemos incluir dentro del<br />
parámetro de un trastorno límite de personalidad (recuerden:<br />
sólo para comunicarnos entre nosotros) sino poner una alerta,<br />
un aviso de una realidad que día a día, podemos ver en consulta,<br />
y que sería tan fácil de remediar como tener una buena<br />
perspectiva de género, actuar desde esa óptica socialmente<br />
responsable pero, a su vez, incómoda y pesada para otros.<br />
LA DIVERSIDAD FUNCIONAL PSÍQUICA<br />
transitando<br />
en la comunidad<br />
Sabela<br />
Lodeiro Vales<br />
Poeta<br />
Para empezar este artículo conviene que aclare qué entiendo<br />
por diversidad funcional psíquica. Para ello haré mención del<br />
Foro de Vida Independiente y Diversidad Funcional,<br />
del cual formo parte, y que nació en el año 2001 y nos<br />
sirve como una comunidad virtual que conforma un foro de<br />
reflexión filosófica y de lucha por los Derechos Humanos de<br />
las personas con diversidad funcional. En enero de 2005 se<br />
propuso el término de diversidad funcional con toda una<br />
filosofía tal y cómo nos explican Palacios y Romañach: “Es<br />
la primera vez en la historia y en el mundo que se propone<br />
un cambio hacia una terminología no negativa, ni basada en<br />
la capacidad, sobre la diversidad funcional, y esa propuesta<br />
parte exclusivamente de las mujeres y hombres con<br />
diversidad funcional” (Palacios, A., Romañach, J. El modelo<br />
de la diversidad. La Bioética y los Derechos Humanos como<br />
herramientas para alcanzar la plena dignidad en la diversidad<br />
funcional).<br />
A mi me gustaría incidir en el concepto “psíquico” en su<br />
acepción referente al estado anímico, y lo hago frente al de<br />
mental que se refiere a la mente. En suma esta reivindicación<br />
supone posicionarme como defensora del modelo social de la<br />
diversidad y no del modelo médico. Para mí empezar por cómo<br />
me nombro es de suma importancia y siempre lo haré como<br />
“diversa psíquica”, reivindicando con ello mi Dignidad y mis<br />
Derechos. Es un modo de situarme ante la vida y de vivir en<br />
la comunidad que me ha costado casi dos décadas construir.<br />
He decidido comenzar mi relato explicando mi posición reivindicativa,<br />
ya que es una posición a la que he llegado o estoy llegando.<br />
MYS 36<br />
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