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las voces que hay que oir<br />

trastorno límite<br />

de personalidad<br />

y violencia<br />

Rebeca<br />

González Ibañez<br />

Psicóloga clínica<br />

de género<br />

Mujer impulsiva, consumidora de tóxicos (pongamos alcohol<br />

y a veces cocaína), hipersexualizada, nada satisfecha con su<br />

físico y con estados depresivos, que van y vienen en el tiempo.<br />

A veces se encuentra mejor, otras peor, pero cada vez le parece<br />

más insoportable encontrarse así. Pongamos que llega<br />

a nuestra consulta, agobiada por el poco control que está<br />

ejerciendo sobre su vida y por el efecto demoledor que su<br />

conducta está generando en su entorno. Ahora pensemos...<br />

¿qué es lo primero que se nos viene a la cabeza? Ya está, ya<br />

lo tenemos, nuestra formación y experiencia nos guía: trastorno<br />

de personalidad, un trastorno límite de libro.<br />

Empecemos la terapia... Puede ser (¿por qué no?) que nos<br />

estemos enfrentando a esta realidad, pero deberíamos (por<br />

ética y responsabilidad) buscar más allá , y establecer otras<br />

posibles causas y referentes. ¿Conocemos otras posibilidades?<br />

¿Sabemos enfrentarnos a esto desde otra óptica?<br />

Sólo hace falta leer a Leonore Walker y dar un breve repaso<br />

por lo que denominó “Síndrome de mujer maltratada” para<br />

observar que éste, y el Trastorno Límite de Personalidad, comparten<br />

más de lo que podríamos pensar. Pocos intuyen, conocen<br />

y reflexionan acerca de este parecido. Algunos profesionales<br />

por desconocimiento, otros por pasividad: es más fácil<br />

enfrentar una problemática individual a una que tiene una<br />

carga social tan directa, tan dura, tan complicada. Si disgregamos<br />

la sintomatología explicada en el DMS-V encontramos<br />

los siguientes parámetros curiosamente parecidos:<br />

1. “Esfuerzos frenéticos para evitar un abandono real<br />

o imaginado”<br />

¿Y este síntoma no podría ser consecuencia de un estilo de<br />

apego ambivalente, inestable o ansioso, debido a un patrón<br />

de maltrato continuado en el tiempo?<br />

Una de las hipótesis de trabajo de Walker explora esa hipótesis:<br />

“Los maltratadores inducen a las mujeres a mantener<br />

una relación de dependencia (...) Es posible que las mujeres<br />

maltratadas posean un mayor nivel de dependencia de las<br />

personas con las que entablan contacto, aunque cometen el<br />

error de sopesar sus deseos o necesidades con lo que la persona<br />

puede o está dispuesta a dar.” (Walker, 2013, p.304).<br />

Una relación de maltrato se sostiene sobre dos grandes características:<br />

poder y control. De manera insidiosa al principio,<br />

aunque a medida que la relación se va estabilizando (gracias<br />

al control, la coerción, la manipulación,...) más directamente,<br />

sin explicaciones, más allá del porque yo lo digo, porque yo<br />

lo mando, porque yo lo sé, porque yo lo decido. Una vez que<br />

te desposeen del control sobre ti, ya no existe ninguna validación<br />

a la hora de tomar tus propias decisiones. No existe<br />

la seguridad para creer, pensar o decidir. La voluntad de la<br />

víctima no existe: todo es el otro. Las capacidades se ven anuladas<br />

por el control y el poder del otro, y el “tú” se convierte<br />

en el “él”. Cuando tu validación depende del otro, lo que parece<br />

lógico es aferrarte a esta persona, ya que sino quedarías<br />

desprotegida, vulnerable, ya que “tú no vales nada sin él”.<br />

2. “Un patrón de relaciones interpersonales inestables<br />

e intensas caracterizado por la alternancia entre<br />

los extremos de idealización y devaluación”.<br />

Propio del ciclo de la violencia explicado por Walker hace más<br />

de 20 años. Las relaciones violentas pasan por tres etapas<br />

diferenciadas: 1) acumulación de tensión 2) incidente grave<br />

3) arrepentimiento cariñoso. Dentro de estas tres etapas<br />

podemos incluir esa alternancia dentro de las relaciones<br />

interpersonales. “Los estudios también indican que las mujeres<br />

maltratadas con baja autoestima o disforia muestran<br />

un mayor control de percepción de su agresor, además de<br />

que utilizan con más frecuencia el consumo de sustancias, de<br />

desconexión conductual, la negatividad y la autoculpabilidad<br />

como mecanismos de defensa”. (Walker, 2013, p. 297).<br />

(Posteriormente, hablaremos del consumo de sustancias en<br />

mujeres maltratadas).<br />

3. “Alteración de la identidad: autoimagen o sentido<br />

de sí mismo acusada y persistentemente inestable”.<br />

Cash y Prunzinsky (1990) ya establecieron la relación entre la<br />

imagen corporal y la autoidentidad, es decir, cómo poseemos<br />

una actitud con respecto a nuestra imagen, que según sea<br />

MYS 36<br />

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