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feligreses”: los vecinos establecieron puestos de vigilancia, realizaban<br />

rondas nocturnas, anotaban las placas de los automóviles desconocidos<br />

por el vecindario y pedían identificación a los extraños que se acercaban<br />

a la casa del cura.<br />

Pasaron veinte días desde que Carreño llegó, sano y salvo,<br />

a Chile. Pero el teniente coronel continuaba internado en el Hospital<br />

Militar sometido a “terapia de apoyo”, el gobierno no informaba sobre<br />

su estado de salud y la familia tenía prohibición de hacer declaraciones<br />

a la prensa. Poco a poco, comenzó a escucharse un clamor popular<br />

por la aparición pública del oficial. El periódico Fortín Mapocho, de<br />

oposición, llegó a titular en su primera plana: “Chile clama: suelten a<br />

Carreño”.<br />

En Navidad, finalmente, el militar recibió autorización para salir<br />

del hospital y pasar las fiestas junto a sus familiares. Mientras estuvo<br />

internado, había recibido la visita de su jefe en FAMAE, del director de<br />

la Central Nacional de Informaciones, de compañeros de promoción.<br />

Todos, sin excepción, le pidieron -a las buenas y a las malas- una condena<br />

al Frente Patriótico. “Estamos haciendo el ridículo”, le dijeron, “es<br />

una cuestión de honor y queda en tus manos resolverla”.<br />

Ese día, Carreño se vistió -por primera vez en muchos añoscon<br />

el uniforme militar y fue a visitar al general Pinochet. El número<br />

uno de Chile no lo recibió y, en su lugar, lo atendió el general Santiago<br />

Sinclair, vicecomandante en jefe del ejército. Sinclair le sugirió con<br />

firmeza que era necesaria una condena rotunda al Frente Patriótico. El<br />

gobierno quería convertirlo en víctima y en héroe, y la fecha se prestaba<br />

para la maniobra. “Es una cuestión de honor”, reiteró Sinclair.<br />

Cuando Carreño salió del edificio, los periodistas se abalanzaron<br />

sobre él y le pidieron un mensaje a todos los chilenos. El militar<br />

pensó unos segundos y luego dijo:<br />

-La mayor lección que recibí durante el tiempo de cautiverio<br />

fue la importancia que tenía mi familia. Aconsejo a los ciudadanos a<br />

querer más a sus esposas y a sus hijos.<br />

-Un mensaje -insistió un reportero del canal de televisión oficial-.<br />

Un mensaje para el pueblo.<br />

Carreño volvió a meditar unos segundos. Seguramente mantenía<br />

frescas en su memoria las recomendaciones de quienes lo habían<br />

visitado en el hospital y la enérgica sugerencia del vicecomandante del

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