Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Quintana, la muchacha que fue quemada viva por los militares chilenos<br />
el 2 de julio de 1986, regresó de la muerte para hablar a nombre de los<br />
desaparecidos, de los torturados, de los asesinados. Después de su milagrosa<br />
recuperación, y de su rehabilitación en un hospital de Canadá,<br />
regresó a Chile y dedicó cada una de las horas de su vida a denunciar a<br />
la dictadura de Augusto Pinochet.<br />
Se encontraba ese día en una de las calles de la estación central,<br />
General Velásquez, cerca de la estación del metro Pila del Ganso,<br />
un barrio popular de Santiago, participando, con miles de personas, de<br />
la jornada nacional de protesta. Los soldados irrumpieron en el barrio,<br />
y sin saber cómo, ella se encontró acorralada por cuatro, que le daban<br />
patadas y culatazos. Se dio cuenta de que no estaba sola; a su lado vio<br />
un muchacho que había conocido poco antes, durante la marcha. Era<br />
un fotógrafo llamado Rodrigo Rojas. A él también lo golpeaban, más<br />
fuerte aún que a ella.<br />
De repente Carmen Gloria sintió su cuerpo empapado. Uno de<br />
los militares estaba rociando su cuerpo con gasolina, de pies a cabeza.<br />
Ella se sorprendió, y ni por un instante se imaginó lo que le iban a hacer.<br />
“Sabía que en mi país degollaban, mataban, que desaparecía gente,<br />
que torturaban, pero jamás pensé que me fueran a quemar”, confesaría<br />
después. En ese momento quiso creer, para darse ánimo, que pronto<br />
pasaría todo y que llegaría a su casa a bañarse y quitarse de encima ese<br />
líquido que ardía. Hasta les pidió a los hombres que tuvieran cuidado,<br />
porque le estaba entrando a la boca.<br />
-Pobre güevona, le está entrando a la boca -oyó que decía con<br />
sorna uno de ellos, y que los cuatro se reían.<br />
Le arrojaron algo, que a ella le pareció una botella. La explosión<br />
la lanzó al suelo, y vio todo su cuerpo en llamas. Quedó unos segundos<br />
perpleja, paralizada de horror, viéndose a sí misma arder. Inmediatamente<br />
corrió para un lado y otro, se refregó contra el suelo, trato<br />
de apagarse el pelo con las manos, hasta que perdió el conocimiento.<br />
No supo cuánto tiempo después, ya semiconsciente, se dio<br />
cuenta que la envolvían en una frazada y que la arrojaban, como un<br />
bulto, arriba de un vehículo.<br />
Sintió gente que le pasaba por encima, pisándola, y se desvaneció<br />
de nuevo.<br />
Cuando algo la despertó, estaba muy lejos de allí, tirada en un<br />
hoyo. Era la voz de Rodrigo, el fotógrafo:<br />
-Vamos a un hospital -le decía-. Tenemos que buscar ayuda.