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de varios pisos, y pasó al prisionero -que estaba más atontado que dormido-<br />
a la cajuela de otro coche.<br />
Boris, mientras tanto, subía a un automóvil que había entrado<br />
al garage de la casa del barretín para sacarlo y llevarlo al nuevo sitio. El<br />
combatiente salió a la calle sentado en el asiento del acompañante y con<br />
los ojos cerrados, para no darse cuenta en qué parte de la ciudad estaba,<br />
mientras manejaba un integrante de la pareja que habitaba el lugar. Seis<br />
meses después, Boris no sabía dónde había permanecido durante diez<br />
días. “Ni siquiera puedo imaginarme la zona”, comentó.<br />
La nueva casa era amplia y ofrecía condiciones de vida más<br />
favorables para los secuestradores y el secuestrado. Todos se sintieron<br />
mejor.<br />
Los turnos de guardia externos e internos eran descansados<br />
y, para alegría de Carreño, la comida mejoró en cantidad y calidad. El<br />
prisionero tenía un cuarto con baño privado, cama, una mesa que usaba<br />
como escritorio y una lámpara eléctrica. Sin embargo, los guerrilleros<br />
tuvieron cuidado de no dejarle al alcance de las manos nada que pudiera<br />
atentar contra su salud. Además, se le hacían chequeos médicos y se<br />
elaboraba una ficha diaria sobre su estado físico y anímico.<br />
-Ahora sí que me tratan como a un príncipe -bromeó el militar<br />
a los pocos días.<br />
Regularmente, le entraban un televisor con videocassettera y<br />
le pasaban una película o dos. Eran cintas que de otro modo nunca<br />
hubiera visto y que, al parecer, le abrieron los ojos un poco más. Vio<br />
Missing -donde Jack Lemmon representa al padre de un joven norteamericano<br />
desaparecido en Chile después del golpe militar de 1973- y<br />
dos producciones argentinas, La historia oficial y La noche de los lápices,<br />
que transcurren en la época del gobierno militar que se instaló en la<br />
Casa Rosada de 1976 a 1983. También le pasaban filmes cómicos, y el<br />
que más le gustó fue uno francés: Los compadritos, con Pierre Richard.<br />
Como Carreño era muy aficionado al fútbol, los guerrilleros le consiguieron<br />
una película sobre las mejores jugadas de Diego Maradona en<br />
el Mundial 86: el teniente coronel se entusiasmó una y otra vez viendo<br />
corridas, pases y goles, y por momentos gritó de emoción.<br />
El Frente Patriótico programó una serie de actividades para el<br />
rehén. Se le presentó, en primer lugar, un plan de trabajo que consistía<br />
en la lectura de algunos libros a los que, por su formación personal y<br />
su pertenencia al ejército, jamás habría tenido acceso. Después, como