Ver libro completo - Universidad EAFIT
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Estudios Científicos del doctor Andrés Posada<br />
pero como continúa moviéndose, tendiendo a colocarse a un lado<br />
de la Tierra, resulta que pronto alcanzamos a percibir un pequeño<br />
borde de su mitad iluminada, el cual va aumentando a la vista hasta<br />
llegar a ser medio círculo cuando está a nuestra izquierda, es decir,<br />
formando ángulo recto con la Tierra y el Sol; y sigue aumentándose<br />
sucesivamente hasta que, cuando está situada respecto de la Tierra<br />
en el lado opuesto al Sol, de modo que nos hallemos entre los dos<br />
astros, nos presenta todo el hemisferio iluminado, porque el Sol<br />
le da de frente, y decimos que está llena. De ahí comienza luego a<br />
disminuir, hasta reducirse a la mitad cuando queda a un lado de la<br />
Tierra, acabando por hacerse invisible en una nueva conjunción,<br />
cuando se sitúa otra vez entre nosotros y el Sol.<br />
Esta explicación se comprenderá mejor, colocándose<br />
delante de una vela encendida, en una pieza obscura, y haciendo<br />
mover en círculo, al rededor de la cabeza, una esfera opaca, por<br />
ejemplo una naranja, o mejor aún una bola de metal, y observando<br />
las apariencias que nos presenta su lado alumbrado, según que<br />
esté entre la vela y nosotros, o al lado opuesto, a la derecha o a la<br />
izquierda.<br />
La Luna tiene también un movimiento de rotación sobre<br />
su eje mucho más lento que el de la Tierra, pues emplea para<br />
completarlo, el mismo tiempo que para recorrer su órbita. De<br />
ahí resulta que cada hemisferio de la Luna, es decir, cada mitad,<br />
está alumbrada por el Sol cerca de 15 días, y un tiempo igual en<br />
obscuridad; y resulta también que ella nos presenta constantemente<br />
una misma cara en todas las épocas de la lunación, porque al mismo<br />
tiempo que va andando al rededor de la Tierra, va volteando sobre<br />
sí misma. De manera que nosotros no conocemos, ni conoceremos<br />
nunca, el lado opuesto, la espalda de la Luna, lo que no nos sucede<br />
con los otros astros.<br />
La superficie de la Luna es muy desigual: allá hay valles y<br />
montañas, generalmente aisladas, cuya altura ha podido calcularse<br />
con exactitud; resultando que, aunque comparadas con la magnitud<br />
del astro sean más elevadas que nuestras montañas, su altura<br />
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