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Ver libro completo - Universidad EAFIT

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Estudios Científicos del doctor Andrés Posada<br />

absoluta es inferior. Doerfel, el más encumbrado de los montes<br />

lunares, alcanza solamente a 7.603 metros de elevación; mientras<br />

que en el Himalaya tenemos nosotros una cima de 8.840 metros.<br />

El suelo de la Luna es enteramente seco. Allá no hay agua<br />

ni aire, lo que se reconoce, entre otras razones, porque la luz de<br />

las estrellas, cuando pasan detrás de la Luna, no experimenta la<br />

refracción o desvío que era indispensable si tuviera que atravesar<br />

una atmósfera. De ahí se infiere que no hay árboles ni vegetación<br />

alguna; no hay animales, y de haber algunos habitantes, serían de<br />

una organización diversa de la nuestra, pues no necesitarían aire,<br />

agua, vegetales ni animales para subsistir.<br />

Los habitantes de la Luna, en el supuesto de que existan,<br />

tienen día y noche, pero cada uno de estos es tan largo como 15<br />

días de los nuestros, por consecuencia de su lenta rotación. Como<br />

la masa de la Luna es más pequeña que la de la Tierra, aunque la<br />

distancia de su superficie al centro sea menor, resulta que allá los<br />

cuerpos pesan 6 veces menos que aquí, de manera que un hombre<br />

que puede alzar aquí un tercio de 4 arrobas, llevado allá alzaría 6<br />

tercios juntos.<br />

La Tierra, vista desde allá, iluminada por el Sol, se debe<br />

presentar como una Luna 49 veces más grande que la nuestra, con<br />

fases como ella, pero siempre fija en un mismo punto del cielo, de<br />

modo que solo deje de verse en la conjunción. Pero como la Luna<br />

dirige siempre hacia nosotros un mismo hemisferio, resulta que<br />

los que habiten el opuesto, no podrán ver la Tierra sino haciendo<br />

un viaje más o menos largo, para colocarse en dicho hemisferio,<br />

que es el que nosotros conocemos de ella.<br />

Se han construido últimamente telescopios de tanto alcance<br />

o de tal poder visual, que bastaría una elevación de 50 pies, o sea<br />

16 metros, en la cara de la Luna, para que se produjera una sombra<br />

perceptible con su auxilio. Por consiguiente, si comparando varias<br />

fotografías del astro, llegara a descubrirse alguna sombra en un<br />

punto donde antes no existía, se tendría la prueba de que un objeto<br />

nuevo se había presentado en la superficie, bien fuera una parte<br />

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