VE-15 JULIO/AGOSTO 2015

protegidos por vuestros amuletos favoritos, jijijiji», rió Julia Otero,
desde la emisora de Onda Cero en Madrid. «Pero, ¡que cursi eres,
colega, que cursi, por Dios! Menos mal que me fui de todo eso a
tiempo, je… ¡¡Gracias, mamá!!», pensó Marta, no sin sentir las ligeras
garras de la envidia y el despecho en su estómago. Y de añoranza… Sí
y mentalmente repasó su vida:
A sus 48 años, y en el cénit de su prestigiosa y algo tardía
carrera de periodista, había tenido que dejarla para cuidar de su
familia. Su hermana mayor estaba enferma de cáncer, divorciada, con
hijos mayores. Y su madre había caído en la demencia con la
enfermedad de su propia hija, a la cual había culpado por su divorcio.
Según su madre, las mujeres debían de aguantar carros y carretas
una vez casadas. Y, si no, «a quedarse solteras». Merche, su hermana
mayor se había divorciado a instancias de Marta. Hecho que tampoco
le perdonó su madre: «¡Que seas una golfa, no quiere decir que las
demás lo sean, golfa!» Y es que Marta jamás había tenido novio
formal, y mucho menos se había casado. En cambio, su lista de
amigos con derecho, era interminable, como los artículos de la
Constitución española y el Código Civil juntos.
María Amparo Gimeno Pastor (Valencia)
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