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los mapuches - Folklore Tradiciones

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Una naturaleza devota y sumisaA través de <strong>los</strong> salesianos, Ceferino se apasionó por la fe cristiana; seencontraba en una edad donde la religión y todo su aparato pueden llegara canalizar muchos impulsos que se despiertan en el ser humano duranteesa etapa, y sin dudas contribuyó también su naturaleza aborigen, sensible yextremadamente respetuosa de lo sobrenatural. Todo esto, unido a su ingenuidady su profunda bondad y nobleza de corazón, fue construyendo ante lamirada de <strong>los</strong> otros la imagen del sont/fo de la toldería.Arrancado de su ámbito, de su lengua -mucho tuvo que luchar y estudiarpara sobreponer el castellano al mapuche-, la religión evidentemente significópara él un inmenso consuelo. Se encargaba de la limpieza de la capilla, siempreestaba dispuesto a ayudar en las misas, <strong>los</strong> días libres daba clases de catcquesisa <strong>los</strong> más chicos y les contagiaba su entusiasmo.Dice el testimonio de uno de sus compañeros:...esa fe lo acompañaba todo el día. Más de una vez en el patio, en un apartede sus entusiastas juegos, se me acercaba y señalándome una de las ventanasde la capilla, próxima al altar, me decía: "Allí se ve la lamparita de Jesús..,", ycomprendí que más de una vez dejaba de intento semiabierto el postigo de laventana para poder mirar el sagrario durante el recreo-Poco a poco, va sintiendo que el destino de sacerdote es lo que más loatrae, como una posibilidad de volver a la Patagonia -siempre recordada yañorada por él- y ayudar a <strong>los</strong> suyos. Dice, por ejemplo, en una carta al directordel colegio:Estoy muy contento que el reverendísimo monseñor Cagliero me haya traídodel campo para que sea buen cristiano [...] Algún día, cuando sea grande, tambiénle ayudaré a monseñor Cagliero a convertir indios. Los pobres que estánallí no saben que hay Dios, no saben que Jesucristo derramó su sangre parasalvarnos. Yo tampoco lo sabía que había Dios, cuando vine; pues entoncesdebemos rezar por el<strong>los</strong> para que se salven...Este fragmento, que refleja el espíritu de muchos otros que escribió Ceferino,puede parecemos que es injusto con lo que era la religiosidad mapuche,que también tenía sus dioses y sus rituales. Pero tenemos que tener presenteque -más allá de sus nobles intenciones- de alguna manera él está repitiendola lección que sus educadores le han enseñado, y se muestra orgul<strong>los</strong>o dehaberla aprendido.Muy triste fue sin duda la vida de Ceferino Namuncurá, luchando contralo que era su raíz y su esencia para tratar de salvar a su raza de la pobrezay la marginalidad. Lejos de <strong>los</strong> suyos le tocó vivir y más lejos aún, en el másextraño de <strong>los</strong> mundos, le tocaría morirLa partida de CeferinoLa tubercu<strong>los</strong>is que afectó a Ceferino -enfermedad fatal para <strong>los</strong> <strong>mapuches</strong>y de la que fue víctima por lo menos otro de sus hermanos- se le insinuó a<strong>los</strong> quince o dieciséis años. En julio de 1904 parte a Italia junto con monseñorCagliero. ¿Lo llevan para ver si un cambio de clima mejoraría su deterioradasalud?, ¿o para mostrarlo como trofeo al papa Pío X?La ciudad de Roma lo impresiona grandemente, las iglesias, las ruinas paganas,el Vaticano... Y lo más conmocionante: la visita al Papa.Un compañero suyo, que hizo parte del viaje en barco junto con él y conquien se reencontró en Roma, dejó escrito:¡Pobre Namuncurá! Él fue la flor exótica y tímida que nació entre <strong>los</strong> fríosde la pampa. La tubercu<strong>los</strong>is, insaciable, le devoraba fibra a fibra toda sumocedad. Estaba pálido, deshecho, cadavérico. Pero sin embargo, ¡qué serenidadtenía en sus dos ojos profundos! ¡Qué tranquilidad en su descarnadosemblante!Allá continúa con sus estudios.se esfuerza para aprender el italiano...¡Perocuánta soledad y tristeza se revela a veces en sus cartas!:...<strong>los</strong> recreos que hago no son recreos. Solamente voy al patio a tomar aire,después siempre solo, sin hablar con ninguno.En la última carta que escribe a su padre (un grandísimo amor por su padrese trasluce en todas ellas) le dice, con caligrafía trabajosa por el pulso débil:Mi amadísimo papá... Agradézcole su grande resignación de sacrificar tantosaños en no vernos. En cuanto a mis estudios, resulta muy bien, pero la saludme lo impedió continuar... Cuando estía mejor me prepararé para volver enBuenos Aires y de ahí a Viedma... Querido papá, os pido su paternal Bendicióny créame su afectísimo hijo que desea abrazaros.Uno de sus enfermeros en el hospital de Fate Bene Fratelli dejó este testimoniode sus últimos días:Conocí a Ceferino Namuncurá en el breve tiempo en que fue paciente deeste hospital. No había sabido nada de su vida... solo después de su muertese me dijo que era hijo de un señor de las Pampas y entonces comprendípor qué monseñor Cagliero venía a visitarlo... De su permanencia aquíguardo el más grato recuerdo. Tenía siempre <strong>los</strong> ojos bien abiertos y fijosen lo alto, en actitud de continua oración. No demostraba que sufría. Sabía,sí, la gravedad de su estado y comprendía que ambos pulmones estabanafectados. No hablaba casi nunca, no se quejaba de nada, pero aceptaba congratitud lo que se le daba.15

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