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Cocina
Porciones
MÁGICAS
La memoria es una compañera inseparable en la
cocina y en los sabores, desde recordar técnicas hasta
evocar aromas, su presencia transforma los alimentos
en bocados de amor para atesorar toda la vida
POR Marina García
Dicen que el olfato y el gusto son los primeros sentidos que se
desarrollan porque nos enlazan a nuestra fuente de alimento,
que con un poco de suerte será al mismo tiempo nuestra madre.
Debe ser por eso que lo afectivo y lo comestible están tan unidos,
y muchas veces usamos ciertos alimentos como refugio, cuando la
vida se pone un poco complicada.
Las recetas y los platos de la infancia son recuerdos preciados que
superan por mucho las cuestiones culinarias y encuentran su valor
justamente en lo simbólico, en ese acto casi divino de cuidar y
alimentar al otro.
El summum de estas delicias de la vida recae sin dudas en las
tortas o galletitas que hacían de cualquier tarde un momento
especial, un simple bizcochuelo con dulce de leche al volver del
colegio transformaba toda la jornada en una fiesta, pastafrola
para los pic-nics, tortas fritas en las tardes de lluvia, scones para
compartir el té en hebras o, quizás, buñuelos de manzana, que se
comían soplando para no quemarse.
Muchos recordarán con nostalgia sus primeros pasos en la cocina
junto a mamá o la abuela, espiando la mesada en puntas de pie y
pidiendo un poquito de masa para intentar algún bizcochito. El
aroma de las placas en el horno... manteca, limón, vainilla, tal vez
chocolate, llenaban toda la casa con ese inconfundible perfume
del amor hecho masa.
Algunos guardarán en su memoria alguna receta de tiempos poco
afortunados, galletitas finitas que rendían mucho, tortas con aceite,
panqueques de harina y soda; secretos que solo sabía quien
cocinaba porque con eso disimulaba que los tiempos no eran
prósperos, pero “que no se note” para que los chicos tengan algo
dulce que los haga sonreír.
También está el recuerdo de los éxitos rotundos (esos en los que
la suegra recelosa pide la receta) esa torta de cumpleaños de
tres pisos, el panqueque flambeado, los merengues, los alfajores
“como los que traía el abuelo de Mar del Plata” o un épico hojaldre
casero.
Cómo olvidar la emoción de probar por primera vez una receta, la
aventura de cocinar “con lo que hay”, la confianza de cocinar con
el consejo de “abuelas postizas” como Blanca Cotta o Choly
Berreteaga; o la suspicacia de intuir que lo que dice la revista
nunca va a quedar como en la foto.
Igualmente hay algo que solo quienes aman cocinar sabrán
valorar en toda su profundidad: ese momento en que la magia
se extiende a una nueva generación y uno se da cuenta que “me
quedó igual que a la abuela”, ese momento es indescriptible y al
mejor estilo de la narrativa latinoamericana, todas las mujeres de
la familia se sientan a tu lado para tomar ese mate, ese tecito que
acompaña la porción de budín, la galleta o el pancito, ese bocado
íntimo que se prueba antes que nadie, para saber que todo salió
bien, que se puede servir y dará felicidad como lo hizo siempre
100 X 100 NUCHA
Javier Ickowicz
Todo un emblema de la pastelería
argentina, de la tradición y
la pasión en forma de pequeñas
delicias que llenan el alma. Este
libro retrata la esencia de Regina
Vaena con la calidez exquisita
de cada una de sus recetas y sus
historias.
EL ABC DE LA PASTELERÍA
Osvaldo Gross
Sin dudas uno de los maestros más
reconocidos de la pastelería local
por su calidad y dedicación. El
lujoso detalle de sus explicaciones
transforma a este libro en un imprescindible
para quienes hacen de
“lo dulce” una de las bellas artes.
POSTRES ARGENTINOS
Pia Fendrik
Irresistibles y emotivos, esta deliciosa
selección de postres cautivará
las mesas y los corazones.
Ideal para principiantes, este libro
invita a disfrutar recetas simples
con un toque fashion que no
excluye altas dosis de amor.