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Reseña<br />
dos<br />
Sueño<br />
ETERNO<br />
Con la prolija y detallada Cerati, la biografía, Juan Morris,<br />
asume la delicada tarea de poner en papel la historia de<br />
la última gran estrella del rock latino: Gustavo Cerati.<br />
Para ello opta por una escritura que fluye rápida, como<br />
para que tocar la reciente herida resulte menos doloroso.<br />
Una crónica de las mieles y los barros del estrellato, que<br />
nos lleva a enfrentar nuestra historia más reciente y<br />
lo duro y necesario que es a veces ponerse a contabilizar<br />
las pérdidas<br />
POR Esteban Ulrich<br />
Leo la historia de Gustavo con una suerte de contracción permanente<br />
en el estómago, hasta me cuesta sostenerle esa mirada<br />
que lanza de costado y con media sonrisa desde la tapa. Es una<br />
sensación extraña que no logro definir, el punto de vista que<br />
adopta el joven Juan Morris es pudoroso hasta un tanto en demasía,<br />
pero de todas formas esta sensación agria está relacionada<br />
con algo que tiene que ver con la violación de lo íntimo. Al comienzo<br />
nos sentimos como intrusos en la vida de un artista como<br />
Gustavo Cerati, al que se quiere y respeta, y que además siempre<br />
presentó una máscara perfecta detrás de la que se desarrollaba<br />
una vida, sino necesariamente secreta, por lo menos bastante<br />
resguardada, y ahora, de repente, nos estamos metiendo de prepo<br />
en esa habitación inexpugnable en donde pasó sus últimos meses;<br />
todo eso se combina al mismo tiempo con lo contrario, con la más<br />
llamativa sensación de que, como si fuera una toma de aikido, el<br />
libro se vuelve espejo y nos estamos mirando a nosotros mismos<br />
en nuestra propia intimidad.<br />
Morris escribe en su libro que con la muerte de Moura en el 89,<br />
se cerraba la todavía salvaje, pero recientemente festiva, década<br />
del 80; parece que con la partida de Gustavo, lo que nos golpea<br />
a los que estamos aún aquí es que los 90 se hayan ido definitivamente,<br />
y más sorpresivamente aún, que todo continuara después,<br />
que el mundo no se acabara, esta forma de la sorpresa, creo, se<br />
materializa en que tuvimos que adentrarnos bastante en los 2000<br />
para darnos cuenta, nos aferramos a aquellos años como con una<br />
suerte de obstinación por no querer abandonar ese vuelo trascendental,<br />
como cuando no se quiere abrir los ojos por querer<br />
prolongar el sueño. Pero siempre hay que aterrizar, tarde o temprano.<br />
Como aceptar que un ser amado ya no nos ama o que ya<br />
no está con nosotros.<br />
En algún sentido lo traumático de su partida es que perdimos<br />
a esa suerte de hermano bello y superpoderoso, pero también<br />
al mascarón de proa de la bella fragata en la que navegan unas<br />
cuantas generaciones que aún buscan afirmarse en el mar agitado.<br />
Y lo más duro es que todos creímos, como él por un momento,<br />
que esto nunca pasaría. Difícil era de imaginar. Entonces, otra<br />
vez, la tensión está entre esa cercanía y esa enorme distancia. Una<br />
tensión estática que remite al amor, a ese cuerpo que tenemos<br />
al alcance de la mano y ese corazón, al que deseamos aún más, y<br />
que se nos escapa como sombrero al viento.<br />
Si el tono del relato puede resultar algo impersonal en su narración,<br />
Morris logra una lectura ligera, que en la velocidad con la<br />
que devoramos sus páginas, nos hace tomar dimensión al mismo<br />
tiempo de la velocidad con la que ocurrió todo. Esa es quizás<br />
una de las primeras cosas que nos llaman la atención a la hora<br />
de ver toda la historia plasmada en un libro. También se destaca<br />
la puesta en valor de todos los músicos, desde los otros espíritus<br />
que componían Soda Stereo, hasta el grupo más amplio que los<br />
rodeaba y del que luego muchos de ellos fueron apareciendo en<br />
sus discos solistas, y también el de sus familiares, amigos, novias<br />
y productores, todas personas que aportaron a su obra y que se<br />
vieron trastocados por él. Porque si Gustavo era la estrella más<br />
brillante e inalcanzable, es sano dimensionar el valor de todos y<br />
cada uno de los que trabajaron a su lado, al tiempo que además<br />
de reencontrarnos con su proverbial ego, también descubrimos<br />
su costado frágil y generoso. De su célebre profesionalismo y<br />
obsesión por la perfección no quedan dudas, pero sobre todo nos<br />
queda un legado aún más rico, el mismo que dejaron los Beatles,<br />
con John Lennon a la cabeza, para unas generaciones anteriores<br />
y a nivel planetario: el rock es sobre todo algo que avanza.<br />
Tal vez con el tiempo surjan revisiones más profundas de lo que<br />
fue Gustavo Cerati y lo que nos ha legado, algo que puede ser difícil<br />
de dimensionar estando aún tan cerca; pero ahora, mientras<br />
muchos siguen llevando el luto en sus corazones, bien vale pasar<br />
por este temblor: comprender que la única forma de aferrarse al<br />
amor es no darlo nunca por sentado y reconocer que toda furia<br />
tiene un origen, que ya sabemos cuál es y que es tiempo de no escaparle<br />
más al bulto. Como escribió su hijo Benito, cuando aún<br />
era un niño: “Poder decir adiós es crecer”<br />
Cerati, la biografía,<br />
de Juan Morris.<br />
Sudamericana, 2015.<br />
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