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Ser<br />

editor<br />

32<br />

Siguiendo la huella<br />

El director de Siglo XXI escribe sobre su trabajo en la mítica editorial.<br />

Líneas abajo cuenta cómo fueron –y son– esos diecisiete años<br />

POR Carlos E. Díaz<br />

Mis inicios como editor fueron extraños. A los 25 años, en el<br />

año 2000, se me presentó la oportunidad de darle continuidad<br />

a uno de los proyectos editoriales que más admiraba: Siglo<br />

XXI. La editorial había funcionado en la Argentina entre 1966<br />

y 1976 y había dejado una gran huella en el ambiente cultural,<br />

en las redes de revistas y de intelectuales. Había sido y seguía<br />

siendo una editorial mítica, caracterizada por haber publicado<br />

lo mejor del pensamiento de izquierda tanto latinoamericano<br />

como europeo y norteamericano, y una de las grandes difusoras<br />

del estructuralismo francés y del marxismo heterodoxo.<br />

Continuar ese proyecto, un cuarto de siglo más tarde, no era<br />

sencillo. El mundo había cambiado y el panorama editorial<br />

también. Por suerte, cuando se es joven se tiene menos conciencia<br />

o temor (o más osadía, por decirlo desde la positiva),<br />

y me embarqué en esa tarea.<br />

Cuando empezamos, éramos tres personas en un departamentito<br />

de dos ambientes en el centro, pero más allá de estas<br />

limitaciones iniciales teníamos que hacer algo que estuviera<br />

a la altura de la historia de la editorial. Empecé por relanzar<br />

dos de las colecciones más tradicionales: Sociología y política e<br />

Historia y cultura. Recuperé autores clásicos como Juan Carlos<br />

Portantiero, Tulio Halperin Donghi o José Luis<br />

Romero, y también sumé nuevos que tenían todo que ver con<br />

el sello a pesar de que no habían publicado nunca con nosotros.<br />

Mi estreno como editor fue nada menos que con Beatriz Sarlo,<br />

con un libro que hasta hoy me parece maravilloso, Tiempo<br />

presente. Notas sobre el cambio de una cultura. (Hay dos cosas<br />

que nunca olvidaré: una, cuando recibí los primeros ejemplares<br />

de imprenta. Recuerdo que esa noche me fui a dormir con el<br />

libro porque no podía dejar de mirarlo. Luego, cuando vi en el<br />

Alto Palermo a una persona que lo sacaba de una bolsa y se sentaba<br />

a leerlo mientras esperaba a alguien. Confieso que incluso<br />

hoy, cuando veo a alguien en el subte o en la calle leyendo un<br />

libro “mío”, me emociono; creo que le pasa a cualquier editor.)<br />

Al mismo tiempo que retomaba la línea histórica de la editorial,<br />

quería darle una impronta moderna, y fue así como<br />

lanzamos los primeros títulos de Ciencia que ladra… junto al<br />

que se convertiría con el tiempo en un maravilloso compañero<br />

de ruta y parte ineludible de Siglo XXI: Diego Golombek.<br />

Lanzamos cinco títulos y no nos fue muy bien. Explotó la crisis<br />

de 2001 cuando empezábamos a dejar atrás nuestro primer<br />

aniversario. Aun así, continuamos desarrollando la serie y, poco<br />

a poco, la colección empezó a despegar y a volverse prestigiosa.<br />

En 2006 publicamos el primer libro de Adrián Paenza, Matemática…<br />

¿estás ahí?, que marcó un nuevo hito en la historia<br />

de la editorial al permitirnos pegar un salto en términos de<br />

visibilidad y presencia en librerías (fue el libro de no ficción<br />

más vendido de ese año en todo el país).<br />

Eduardo Galeano merece un párrafo aparte. Autor histórico<br />

de Siglo, en la Argentina estaba publicando en otra editorial<br />

dada la ausencia de “su” sello en el país. Apenas abrí en 2000,<br />

fui a visitarlo a Montevideo para proponerle organizar el regreso.<br />

Llegué a su casa, me ofreció un café y me dijo que le daba<br />

mucho gusto verme y que, antes de empezar, quería contarme<br />

que ya tenía editor en la Argentina. Tragué saliva, agradecí<br />

el café, hablamos generalidades y me volví a Buenos Aires.<br />

Seguimos en contacto y recién en 2008 decidió darme un libro<br />

nuevo que estaba terminando de escribir: Espejos, una historia<br />

casi universal. Todo salió maravillosamente bien; el libro<br />

era, es, fantástico, y disfrutamos mucho de la experiencia de<br />

trabajo. Inmediatamente decidió pasarme el resto de su obra y,<br />

diez años después de esa primera reunión fallida, recuperamos<br />

a uno de los autores más paradigmáticos y queridos de Siglo<br />

XXI. Yo, de paso, consolidé una relación increíble de amistad<br />

que duró hasta su muerte en abril de 2015. En mi cabeza ubico<br />

aquí un segundo momento trascendental para la editorial.<br />

Acabo de contar una historia que tuvo final feliz, aunque no<br />

siempre son tan perfectas. Tulio Halperin Donghi vivía en Berkeley<br />

y venía a Buenos Aires al menos una vez al año. Siempre<br />

pasaba por la editorial y charlábamos mucho. En uno de esos<br />

encuentros le dije que creía que debía escribir sus memorias;<br />

su respuesta fue claramente negativa. Insistí, le encontramos<br />

una vuelta y, después de unos dos años de trabajo muy intenso,<br />

lanzamos Son memorias, llenos de ilusión. El libro tuvo unas<br />

críticas maravillosas y muchos especialistas lo consideran una<br />

de sus grandes obras. Pasaron casi diez años de su primera<br />

edición y todavía no la agotamos.<br />

Otra historia bonita de perseverancia es la que me une a otro<br />

gran amigo, Mario Wainfeld. En 2005 le propuse escribir<br />

un libro sobre el kirchnerismo, que en ese momento era<br />

un proceso muy novedoso; y él era para mí el periodista que<br />

mejor lo entendía. Le encantó la idea y nos juntamos durante<br />

diez años, cada seis meses aproximadamente, a charlar sobre la<br />

posible obra, los tiempos, etc. En 2016 lanzamos con bombos<br />

y platillos Kirchner, el tipo que supo, que de inmediato se<br />

convirtió en un éxito y para mí es uno de los mejores libros que<br />

se han escrito sobre el tema.<br />

Desde el 2000 hasta hoy no hubo un año en el que no lanzáramos<br />

una nueva colección o subserie. En 2017 es el turno<br />

de nuestra nueva colección de historia, Hacer historia, que<br />

reemplaza a la que dirigió durante quince años Luis Alberto<br />

Romero. Hay quienes presentan el trabajo del editor como<br />

una tarea solitaria, de hombres iluminados y geniales. En<br />

mi caso, en nuestro caso, no es así. Se trata de un trabajo<br />

colectivo, en el que contamos con un comité editorial conformado<br />

por historiadores, sociólogos, gente de letras, de arte,<br />

economistas, biólogos, antropólogos, filósofos… resultaría<br />

muy difícil poder dar cuenta en soledad del conocimiento de<br />

punta en todas estas disciplinas, que son las que le dan forma<br />

al catálogo de Siglo XXI.<br />

En los últimos años venimos publicando unas cincuenta<br />

novedades anuales y pensamos mantenernos en esa escala.<br />

Nuestras tiradas habituales son de apenas dos mil ejemplares,<br />

y tres mil cuando se trata de traducciones. Claro que hay<br />

excepciones, libros con mayor potencial comercial, pero dentro<br />

de esos cincuenta representan una minoría absoluta.<br />

Creo que el tamaño es muy importante. Con esta escala podemos<br />

mantener la calidad del vínculo con los autores y hacer<br />

bien el trabajo de edición con cada obra. Kurt Wolff, el<br />

editor de Franz Kafka, decía que las editoriales que publican<br />

más de cien títulos al año “nunca llegarán a ser la expresión<br />

personal e individual de un editor”. Es como si el proceso se<br />

volviera serial, puramente industrial, y perdiera la cualidad<br />

artesanal, la que permite ver la mano de un editor, seguir un<br />

criterio, entender de qué manera se constituyó un catálogo determinado.<br />

Me gusta pensar que Siglo XXI, con sus quinientos<br />

títulos publicados en diecisiete años, mantiene esa impronta y,<br />

mejor aún, que los lectores y libreros lo notan y lo valoran<br />

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