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Entrevista<br />
ocho<br />
El camino<br />
hacia la<br />
libertad<br />
A 200 años del cruce del Ejército<br />
de los Andes, el historiador GABRIEL<br />
DI MEGLIO recuerda la gesta de<br />
un pueblo conducido por el General<br />
San Martín<br />
POR Pablo Bassi<br />
Abascal derrotó a los patriotas allí en 1810, 1813 y 1815.<br />
Todos los focos insurgentes de América del Sur habían caído,<br />
excepto Buenos Aires. Fueron derrotados Santiago de Chile,<br />
Quito, Nueva Granada –hoy Venezuela– y México. Mientras el<br />
Ejército de los Andes cruzaba la cordillera, los realistas invadían<br />
Salta y Jujuy y los portugueses Montevideo, con el doble<br />
de la cantidad de soldados encolumnados tras San Martín.<br />
El eco de la soledad independentista alcanzaba a Europa. Las<br />
potencias que vencieron el proyecto imperialista de Napoleón<br />
consensuaron derrotar toda rebelión en el mundo, iluminada<br />
por los republicanos de Francia. Incluso Gran Bretaña, a pesar<br />
de su interés en comerciar con América, y los Estados Unidos,<br />
ávidos por comprarle Florida a la corona española.<br />
“En 1813, cuando reorganiza el derrotado Ejército del Norte<br />
comandado por Manuel Belgrano, San Martín avizora ya<br />
que sería difícil triunfar vía Perú. Comenzó entonces a idear<br />
un plan alternativo”, continúa Di Meglio.<br />
El primer paso fue solicitar al poder central en Buenos Aires,<br />
conducido por el Segundo Triunvirato, de grandes divergencias<br />
políticas con San Martín, gobernar Mendoza, San Juan<br />
y San Luis, por aquellos días denominado Cuyo. Era casi un<br />
destierro político. Hábil, el general tejió una muy buena relación<br />
con las élites de Mendoza, que le transfirieron recursos<br />
para su operación.<br />
A partir del 9 de julio de 1816 se abriría el horizonte: el<br />
Congreso de Tucumán resolvió aprobar los planes militares de<br />
San Martín, declaró la independencia y eligió como Director<br />
Supremo a Juan Martín De Pueyrredón, un ex adversario<br />
del general correntino con quien ahora, sin embargo, acordó el<br />
envío de dinero, armas, insumos de guerra y esclavos.<br />
En medio de la inestabilidad política producto del acecho de<br />
los ejércitos de Europa y los distintos proyectos coexistentes<br />
entre los revolucionarios, se consolidó un triángulo asentado<br />
sobre conducciones firmes, tildadas de autoritarias por sus<br />
opositores: San Martín en Cuyo, Güemes en Salta y Pueyrredón<br />
en Buenos Aires.<br />
Así como en agosto de 1816 nacía la primera hija de San<br />
Martín, Mercedes, nació también el Ejército de los Andes: una<br />
fuerza de tres mil cuyanos, exiliados chilenos y los regimientos<br />
de Buenos Aires enviados por Pueyrredón, principalmente.<br />
Del total de 5200 hombres, 1500 eran libertos: esclavos comprados<br />
por el gobierno, a quienes, a cambio, se les prometió la<br />
libertad. Había negros de Mozambique, Angola y Congo.<br />
La inmensa mayoría del Ejército de los Andes no era profesional<br />
de la guerra. Su jefe, que sí lo era, debió disciplinarla y<br />
entrenarla. Para evitar su deserción, algo muy común en las<br />
huestes de la época, le garantizó un salario al día. ¿Habrán peleado<br />
esos hombres entonces por el salario y las libertades individuales<br />
prometidas o por la soberanía política del continente?<br />
“No hay cartas que atestigüen qué pensaban los soldados,<br />
porque no sabían leer ni escribir”, dice Di Meglio. “Sí hay<br />
indicios de rencores. Porque sus mujeres, al casarse con un<br />
español, accedían a ciertas ventajas, porque el inmigrante<br />
tenía una red de coterráneos que rápido lo instalaba en la sociedad<br />
o porque por un mismo delito españoles y americanos<br />
tenían penas distintas”, señala Di Meglio.<br />
El Ejército de los Andes inició su expedición un domingo. Para<br />
despistar al gobernador de Santiago, Francisco Marco Del<br />
Pont, San Martín organizó siete columnas que atravesaron las<br />
montañas por caminos transitables. Las más importantes pasaron<br />
por Uspallata, Mendoza, y Los Patos, San Juan. La última,<br />
o primera, de las divisiones lo hizo por Neuquén, para lo cual el<br />
general solicitó previo permiso a las autoridades pehuenches.<br />
Tres semanas después, las columnas principales se encontraron<br />
detrás de la cordillera y avanzaron unidas hasta Chacabuco,<br />
donde acechaba el ejército realista.<br />
Aquella batalla casi se pierde, porque Bernardo De<br />
O´Higgins se lanzó a la ofensiva antes de lo debido y<br />
Miguel Soler casi no llega a atacar al enemigo en su<br />
retaguardia. Pero llegó y obligó finalmente al ejército de<br />
Marco del Pont a replegarse.<br />
Quince días después, los realistas vencieron en Cancha Rayada.<br />
Aunque envalentonados por este triunfo, camino a Santiago,<br />
fueron contenidos por San Martín en Maipú. Esa fue la<br />
batalla más importante de la época: desde entonces, el valle<br />
central de Chile pasaría a estar controlado por los patriotas.<br />
Eran 5200 hombres, pero no se sabe cuántos fueron abandonados<br />
por ahí, muertos de frío. Soportaron noches de diez<br />
En la película Revolución, Rodrigo de la Serna, en el<br />
papel de San Martín, invita a uno de sus escoltas a jugar ajedrez.<br />
80<br />
Aquel granadero era Gabriel Di Meglio, ahora Director<br />
***<br />
grados bajo cero y mediodías de más de 30. Alcanzaron los<br />
4000 metros sobre el mar, fatigados, y recorrieron, a diario, del Museo del Cabildo y la Revolución de Mayo, que recibe<br />
“La gente de la época se identificaba porteña, cordobesa o<br />
81<br />
un promedio de 28 kilómetros acompañados de diez mil<br />
mulas, 1600 caballos y 600 vacas que mataban para comer.<br />
Cargaron con 900 tiros de fusil y carabina, 2000 balas de<br />
cañón y otras 2000 de metralla, más 600 granadas.<br />
Comieron lo que resistía la altura y perduraba en el tiempo:<br />
carne salada –charqui–, cebolla cruda, sopas, galletas de maíz,<br />
quesos; bebían vino. Amputaron heridos y calmaron dolores<br />
con opio como al General José De San Martín, jefe de la<br />
tropa, trasladado en camilla durante ciertas jornadas por su<br />
afección al reuma y los agudos dolores de úlcera estomacal.<br />
La del Ejército de los Andes fue una operación militar admirable.<br />
Pequeña en relación a las batallas napoleónicas que<br />
movilizaban por entonces a 200 mil personas, pero la más<br />
importante de América del Sur, sin duda. “Lo que no me deja<br />
dormir no es la oposición que puedan hacerme los enemigos,<br />
sino el atravesar estos inmensos montes”, escribió meses<br />
antes San Martín.<br />
El hecho sucedió entre el 19 de enero y 8 de febrero de 1817.<br />
a <strong>Quid</strong> en su despacho de la casa histórica, pegado a lo que<br />
fue el calabozo del poder político en Buenos Aires. “No, no<br />
tengo experiencia como actor –explica mientras se sonríe–.<br />
Lo que ocurrió fue que estaba en el set de filmación, ya que<br />
asesoré al director Leandro Ipiña y, en un momento dado,<br />
me pidieron que me calce el uniforme de un granadero y que<br />
diga ‘sí, mi general’”.<br />
“San Martín llegó aquí en 1812 con saberes de la guerra<br />
moderna, aprendidos al servicio del ejército de España que<br />
enfrentó Napoleón. El Primer Triunvirato le pidió entonces<br />
organizar una tropa de elite que resguardara las costas del<br />
Paraná de una invasión realista. Así nació el Regimiento de<br />
Granaderos a Caballo”, explica Di Meglio.<br />
La estrategia de los revolucionarios, para terminar con la presencia<br />
española en América, contó con una táctica malograda:<br />
se intentó vencer a los realistas en Lima, Alto Perú, donde yacían<br />
las minas de plata cuya producción representaba el 85%<br />
de las exportaciones del puerto de Buenos Aires. El virrey de<br />
***<br />
Plumerillo es casi un barrio de la ciudad de Mendoza. Hoy<br />
se distancian por apenas ocho kilómetros a través de la ruta<br />
nacional 40, pero en 1816 era un pueblo cercano a la aldea.<br />
Allí San Martín asentó a su ejército.<br />
En la intersección de las calles Moyano e Independencia,<br />
supuesto epicentro del campamento, hay dos cañones y una<br />
reconstrucción de adobe, techos de caña y barro y puertas<br />
forradas en cuero de vaca, donde los chicos juegan a ser<br />
reclutas a las órdenes del Libertador.<br />
salteña y, asimismo, americana. Decían pelear por América y,<br />
de hecho, las primeras constituciones provinciales de 1820 le<br />
otorgaban ciudadanía a cualquier americano. ¿Qué significaba?<br />
Que cualquier americano podía ser gobernador de Santa<br />
Fe o Catamarca, por ejemplo”, precisa Di Meglio.<br />
El historiador sostiene que desde fines de la última dictadura<br />
militar la historiografía argentina ha avanzado notablemente:<br />
“No ha habido quizás nuevos aportes sobre el cruce de los<br />
Andes, pero sí respecto al período. Por ejemplo: el mitrismo<br />
y los revisionistas sostuvieron por años que el proceso<br />
independentista se trató de una guerra entre argentinos y<br />
españoles, lo que no es cierto. La identidad argentina, todavía<br />
entonces, no existía”.<br />
Son aportes recientes los detalles sobre la organización del<br />
ejército, la procedencia de los soldados, los proyectos en pugna<br />
dentro del bloque revolucionario. “Se ha revalorizado el<br />
papel de la tropa”, indica Di Meglio. “Se ha demostrado una<br />
vez más que los cambios en la historia son colectivos”