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86 SOBRE LA VIOLENCIA<br />
sean irracionales. Por el contrario, en la vida privada,<br />
al igual que en la pública, hay situaciones en las que el<br />
único remedio apropiado puede ser la auténtica celeridad<br />
de un acto violento. El quid no es que esto nos<br />
permita descargar nuestra tensión emocional, fin que<br />
se puede lograr igualmente golpeando sobre una mesa<br />
o dando un portazo. El quid está en que, bajo ciertas<br />
circunstancias, la violencia -actuando sin argumentación<br />
ni palabras y sin consideración a las consecuencias-<br />
es el único medio de restablecer el equilibrio de<br />
la balanza de la justicia. (El ejemplo clásico es el de Billy<br />
Budd, matando al hombre que prestó un falso testimonio<br />
contra él.) En este sentido, la rabia y la violencia,<br />
que a veces -no siempre- la acompaña, figuran<br />
entre las emociones humanas «naturales», y curar de<br />
ellas al hombre no sería más que deshumanizarle o<br />
castrarle. Es innegable que actos semejantes en los que<br />
los hombres toman la ley en sus propias manos en favor<br />
de la justicia, se hallan en conflicto con las constituciones<br />
de las comunidades civilizadas; pero su carácter<br />
antipolítico, tan manifiesto en el gran relato de<br />
Melville, no significa que sean inhumanos o «simplemente»<br />
emocionales.<br />
<strong>La</strong> ausencia de emociones ni causa ni promueve<br />
la racionalidad. «El distanciamiento y la ecuanimidad»<br />
frente a una «insoportable tragedia» pueden<br />
ser «aterradores» 8 , especialmente cuando no son el<br />
8. Estoy parafraseando una frase de Noam Chomsky (op. cit,<br />
p. 371) que resulta muy acertada en la exposición de la «facha-