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92 SOBRE LA VIOLENCIA<br />
aislamiento y una impotencia extremados. Pero, en<br />
enfrentamiento colectivo y en acción, la muerte<br />
troca su talante; nada parece más capaz de intensificar<br />
nuestra vitalidad como su proximidad. De alguna<br />
forma somos habitualmente conscientes principalmente<br />
de que nuestra propia muerte es acompañada<br />
por la inmortalidad potencial del grupo al que<br />
pertenecemos y, en su análisis final, de la especie y<br />
esa comprensión se torna el centro de nuestra experiencia.<br />
Es como si la misma vida, la vida inmortal<br />
de la especie, nutrida por el sempiterno morir<br />
de sus miembros individuales, «brotara», se realizara<br />
en la práctica de la violencia.<br />
Sería erróneo, pienso, hablar de meros sentimientos.<br />
Al fin y al cabo una experiencia adecuada<br />
halla aquí una de las propiedades más sobresalientes<br />
de la condición humana. En nuestro contexto,<br />
sin embargo, lo interesante es que estas experiencias,<br />
cuya fuerza elemental existe más allá de toda<br />
duda, nunca hayan encontrado una expresión institucional<br />
y política, y que la muerte como niveladora<br />
difícilmente desempeñe papel alguno en la filosofía<br />
política, aunque la mortalidad humana -el<br />
hecho de que los hombres son «mortales», como los<br />
griegos solían decir- haya sido reconocida como el<br />
más fuerte motivo de acción política en el pensamiento<br />
político prefilosófico. Fue la certidumbre de<br />
la muerte la que impulsó a los hombres a buscar<br />
fama inmortal en hechos y palabras y la que les impulsó<br />
a establecer un cuerpo político que era po-
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