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TRAUMAS EMOCIONALES

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nes nos dicen no sólo quiénes somos, sino también<br />

lo que llegaremos a ser. A medida que los reflejos<br />

pasan a ser parte de nosotros mismos, tomamos la<br />

forma de la persona que vemos en el espejo de la<br />

familia.<br />

¿Recuerdas la última vez que fuiste a un p~rque<br />

en que hay espejos cóncavos y convexos? Te mIraste<br />

en un espejo y te viste como un esqueleto, con manos<br />

larguiruchas. En el siguiente estabas redondo como<br />

una pelota. Otro espejo los combinaba a los dos, de<br />

modo que de la cintura para arriba eras como una<br />

jirafa, mientras que de la cintura para abajo eras como<br />

un hipopótamo. . .<br />

El ver tu figura en los espejos fue una expenenCIa<br />

divertida, especialmente para la persona que esta?a a<br />

tu lado. Se caía de risa al verte. ¿Qué había sucedIdo?<br />

Los espejos estaban modelados de forma que te veías<br />

según la curvatura del cristal.<br />

Ahora bien, pon estos espejos en la familia. ¿Qué<br />

pasa si tu madre, tu padre, tu hermano, tu hermana,<br />

tus abuelos, las personas importantes en tu vida de<br />

niño, de alguna forma cada uno de los espejos reflejan<br />

una imagen deformada de ti? ¿Qué pasaría? No tardarías<br />

mucho en desarrollar una imagen de ti mismo<br />

como si te estuvieras mirando en los espejos de la<br />

familia. Después de poco empezarías a obrar y hablar<br />

y relacionarte con los tuyos de manera que se ajustaría<br />

a la imagen que habrías estado viendo en estos<br />

espejos.<br />

En nuestros retiros en Ashram celebramos una sesión<br />

llamada «La hora de la Franqueza» o «del Corazón<br />

abierto», en que la gente comparte de modo franco<br />

sus necesidades más profundas. La pregunta que hacemos<br />

durante esta hora es la siguiente: «¿Qué hay<br />

en tu vida que te impide ser lo máximo para Jesucristo?»<br />

Una noche un pastor se levantó para compartir<br />

sus experiencias con otros. Tendría unos cuarenta<br />

años, era de buen parecer, en el vigor de la<br />

vida, un triunfador. Era pastor de una iglesia próspera<br />

y grande. Pero confesó con profunda emoción temores<br />

importunos de inadecuación, su batalla constante<br />

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con sentimientos de inferioridad. Era muy sensible<br />

a lo que la gente decía de él y cualquier crítica le dejaba<br />

paralizado. El temor le impedía lanzarse a actividades<br />

creativas en el ministerio a las cuales sentía<br />

que Dios le había llamado.<br />

Después de la sesión vino a verme un líder de la<br />

iglesia y me dijo:<br />

-Como puede comprender, nunca habría creído poder<br />

oír estas palabras de este pastor. Es un hombre<br />

apuesto y que tiene éxito. Tiene una familia excelente<br />

y una iglesia maravillosa. Nunca podría haber pensado<br />

que hubiera este tormento en el corazón de este hombre.<br />

Resultó que yo conocía a la familia de aquel pastor.<br />

Sabía la forma en que había sido descuidado por<br />

su padre, y que este «espejo» cuenta mucho. Si un pa­<br />

?re no dedica tiempo a su hijo, le manda un mensaje<br />

Importante: «No tIenes importancia para mí. Tengo<br />

otras cosas más importantes que hacer.» Yo sabía que<br />

su padre le había rebajado muchas veces, y que su<br />

madre, con su espiritualidad azucarada, había tratado<br />

de ayudarle cuanto podía. Su modo de ayudar era recordarle<br />

lo que se esperaba de él, o bien le comparaba<br />

con s~ hermana mayor, que era muy inteligente y<br />

atractIva. Yo conocía los espejos curvos destructivos<br />

del. ~escuido y la falta de afecto, la crítica y la comparaClOn<br />

en que su estimación propia se había formado<br />

o, mejor, deformado. Estas heridas estaban aún<br />

infectando su personalidad treinta años más tarde<br />

siendo un freno a su potencial y saboteando su servi~<br />

cio a Dios.<br />

En caso de que a algunos esto pueda parecerles<br />

que ~s~oy buscand.o alguien a quien echar la culpa,<br />

permItIdme que dIga que no lo estoy haciendo. En<br />

~ste mundo caído e imperfecto todos los padres son<br />

Imperfectos en su tarea de criar a los hijos. La mayoría<br />

de los padres que conozco están haciendo lo mejor<br />

que pueden. Por desgracia, nuestros modelos iniciales<br />

no fueron en modo alguno ideales, si vamos regres~ndo<br />

hasta Adán y Eva. Caín y Abel tienen que haber<br />

VIsto mucha tensión y conflicto: su hogar tiene que<br />

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