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Haciendo un paralelismo con nuestra introducción al tema <strong>del</strong> PRCC<br />
en el Antiguo Testamento, vemos que en la primera carta de Pablo a<br />
los Corintios, el apóstol dice algo sorprendente: él también es el<br />
arquitecto <strong>del</strong> Templo de Dios.<br />
“Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como sabio<br />
arquitecto, puse el fundamento, y otro edifica sobre él. Pero cada<br />
uno tenga cuidado cómo edifica encima. Pues nadie puede poner<br />
otro fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo.<br />
Ahora bien, si sobre el fundamento alguno edifica con oro, plata,<br />
piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada uno se hará<br />
evidente; porque el día la dará a conocer, pues con fuego será<br />
revelada; el fuego mismo probará la calidad de la obra de cada uno.<br />
Si permanece la obra de alguno que ha edificado sobre el<br />
fundamento, recibirá recompensa. Si la obra de alguno es<br />
consumida por el fuego, sufrirá pérdida; sin embargo, él será salvo,<br />
aunque así como por fuego.¿No sabéis que sois templo de Dios<br />
y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el<br />
templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es<br />
santo, y eso es lo que vosotros sois.” (1 Corintios 3.10-17)<br />
Así que la iglesia cristiana es el Templo para la eternidad, y el plan<br />
para la construcción de ese templo ha sido revelado por Pablo: el<br />
fundamento es Jesucristo.<br />
Para él, decir que ha enseñado todo el sabio consejo de Dios es<br />
exactamente lo mismo que decir que ha enseñado todo lo que el Señor<br />
ha ordenado. Por lo tanto, cualquiera que quiera participar en la<br />
construcción <strong>del</strong> Templo (con la aprobación de Dios) deberá hacerlo<br />
sobre la base de este fundamento apostólico, y siguiendo las<br />
instrucciones <strong>del</strong> arquitecto. Y en ningún otro lugar es esto tan<br />
relevante como en la práctica de la adoración y el <strong>culto</strong> a Dios.<br />
Cuando nos reunimos para el <strong>culto</strong> los domingos —estemos donde<br />
estemos— debemos comprender que también estamos sentados junto<br />
con Cristo en las regiones celestiales (Efesios 2.6), tal como ocurría en los<br />
tiempos <strong>del</strong> tabernáculo y <strong>del</strong> templo.<br />
<strong>El</strong> <strong>principio</strong> <strong>regulador</strong> <strong>del</strong> <strong>culto</strong> <strong>cristiano</strong> 55