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!A tus ordenes!

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y no ha sido se quedará suspendido en las cuerdas del tiempo. Así que lo

mejor será ir concienciándome al respecto para que la desilusión sea la menor

posible.

— Jefa — me llama Tom, acercándose a mí — , ¿quieres ver las fotos de las

ubicaciones?

Asiento y él coloca la cámara frente a nosotros.

Mario, que va unos metros por delante de nosotros, también se detiene para

esperarnos. Me doy cuenta de que clava su mirada en mí fijamente y no la

aparta. Me esfuerzo por no distraerme y observar lo que Tom me está

mostrando en la pantalla, pero me resulta imposible. No puedo evitar levantar

la cabeza y comprobar que así sigue. Mirándome. Inspeccionándome. Como

si intentara descifrar algo de mí que ni yo misma sé.

— ¿Qué te parecen?

— Son muy buenas, Tom. Seguro que nuestro cliente sale satisfecho de la

reunión — aseguro, justo cuando Mario retoma el camino a la posada.

Tengo la sensación de que hemos firmado un pacto invisible para guardar las

distancias. Es como si ambos hubiéramos comprendido que la relación no

estaba avanzando por buen lugar y que, acercándose el final y la despedida,

esto debería quedarse en el recuerdo fugaz de un acuerdo laboral. Al fin y al

cabo, ¿desde hace cuánto tiempo nos conocemos? Tan solo han sido unos

días, unas montañas y un poco de español. No hay nada más que nos una.

Subo a mi habitación y me dirijo inmediatamente a la ducha. Aunque el

tiempo ha respetado nuestra salida, el suelo continuaba embarrado por las

lluvias de la noche anterior y ha sido imposible no regresar pringada de arriba

abajo. Además, me duelen todas las articulaciones por la caminata. Tengo

que admitir que no estoy en absoluto acostumbrada a realizar ningún tipo de

ejercicio, así que me digo a mi misma que una de las primeras cosas que haré

nada más regresar de España será apuntarme en un gimnasio.

— Me vendrá bien ponerme en forma — murmuro en voz alta,

convenciéndome.

¿Por qué estoy tan triste?

Por mucho que me esté esforzando por sonreír y por mucho que me diga a mí

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