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— Quiero que te toques… — me dice con esa voz ronca que me hace perder
el control — , quiero que te pellizques… Y que lo hagas mientras me miras
— gime.
Obedezco, aunque sé que si lo hago estaré expuesta a perder el control en
cualquier instante. Siento el orgasmo cosquilleándome las entrañas y, en
cualquier momento, explotaré.
Me masajeo un pecho y, sin que él tenga que pedírmelo, hago lo mismo con
el otro. Pellizco mi pezón y me muerdo el labio para controlar un grito.
Mientras tanto, él continúa entrando y saliendo muy lentamente de mí, con
sus ojos clavados en mi cuerpo, en mis manos, en mis labios.
— Me vuelves loca… — ronroneo — … ¡Oh, Tom! ¡No puedo más!
Él sonríe, satisfecho con mi reacción.
Aprieta un poco más el ritmo, pero después lo disminuye. El placer consigue
desesperarme y, aunque no soy muy consciente de ello, gimo sin importarme
a quién pueda despertar con mis pequeños gritos. Tom, coloca una mano
sobre mi boca y sonríe.
— Vas a despertar a toda la casa — asegura, justo antes de besarme en el
cuello.
Lo lame y lo muerde, provocándome y haciendo que mis gemidos se
intensifiquen.
— ¡Oh, Tom…! — exclamo, aunque su mano ahoga mi voz.
Él aprieta el ritmo y sé, en ese momento, que tampoco aguantará mucho más.
— Por favor, Tom… — gimo.
El placer que siento no es comparable a ningún otro que haya podido sentir
anteriormente. Ni siquiera Dexter, que me conocía desde hacia muchísimo,
había sido capaz de hacerme sentir tantas sensaciones. Tom aprieta el ritmo,
entrando y saliendo cada vez más fuerte mientras su respiración se vuelve
brusca, ronca. Su aliento choca contra mi piel y sus manos me aprietan los
senos con fuerza. Siento el orgasmo alcanzándome, haciéndome vibrar y
temblar mientras él estalla en mi interior.
Y durante unos largos segundos, ni siquiera soy consciente de qué ha