Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
He quedado con Tom y el segundo ayudante en la oficina, así que me preparo
con rapidez, me visto tal y como tenía planeado y pido un taxi para no llegar
tarde ni tener que cargar con las maletas en el transporte público.
Para rematar, llueve. Odio la lluvia en Manhattan y odio los días grises.
Además, mi mañana comienza realmente mal cuando me doy cuenta de que
se me ha olvidado meter otro par de calcetines de repuesto en mi bolso. Por
desgracia, tengo un problema de pies malolientes. Es algo que me acompleja
bastante — todavía más cuando Tom está cerca de mí — , pero he
descubierto que con una escapadita al lavabo y un cambio de calcetines todo
tiene solución. Hoy no llevo calcetines de repuesto, así que supongo que
sufriré un vuelo bochornoso. Cuando me bajo del taxi, camino como un pato
mareado hasta la puerta de nuestro edificio en Wall Street. Si por error pisase
un charco y me mojase el calcetín, el mal olor tardaría aún menos en salir a
flote. Y eso es lo último que quiero.
— ¡Buenos días! — saludo, ruborizándome, al ver a Tom en la puerta.
No debería sentirme así porque, en realidad, no ha pasado nada entre
nosotros. Todo ha sido un sueño, nada más.
— Buenos días, jefa — saluda.
— ¿Has conseguido con tan poco tiempo a un segundo ayudante?
— inquiero, aunque viendo que en la entrada no hay nadie más presupongo la
respuesta negativa.
— En realidad, sí.
— ¿Y dónde está? — pregunto, confusa.
— ¡Estoy aquí! — grita Sherlyn tras de mí.
Abro los ojos como platos y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para
no empezar a gritar como una loca. ¿Qué diablos es esto? ¿Por qué esa arpía
sin piedad está aquí?
— Le he propuesto el viaje a Sherlyn y ha aceptado encantada.
Trago saliva, aún haciéndome a la idea de lo que acaba de suceder y de lo que
sucederá después.