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!A tus ordenes!

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— ¡Qué madrugadora, Charlize Tremblay! — exclama, mientras tomo

asiento junto a él en la mesa.

— No podía dormir — admito.

— La verdad es que yo tampoco.

Es extraño.

Saber que hoy será el último día que le vea es muy extraño. De algún modo,

me he acostumbrado a su presencia y a sus comentarios inapropiados.

— ¿Tienes ganas de volver a tu país?

Sé cuál debería ser la respuesta común: “sí”.

— No — escupo sin pensarlo.

Mario pestañea con los ojos abiertos.

— ¿No?

La verdad es que parece sorprendido.

— En realidad, me gustaría pasar unos cuantos días más aquí — añado,

procurando no darle importancia al comentario.

Asiente, pensativo, y la conversación termina suspendida en el aire mientras

la camarera de la posada nos llena los vasos de zumo y las tazas de café.

Desde el comedor, se puede escuchar el sonido del granizo golpeando las

tejas y los cristales de la casa con fuerza. Como he descubierto que es

habitual en el norte de España, el clima no da tregua y supongo que el viaje

hasta Madrid será movidito. Tom baja a desayunar poco después con su

ordenador portátil y un disco externo en la mano. Se ha pasado la noche

organizando las fotos y las localizaciones hasta montar el proyecto, así que

está casi listo. Observo boquiabierta cómo ha reorganizado las diapositivas

para dar continuidad a cada una de ellas y me sorprende el buen resultado que

ha logrado.

— Buen trabajo, Tom — le felicito, totalmente sorprendida.

Él asiente y noto que hoy está de un poco mejor humor que el día anterior.

— Aunque tengo que admitir — añade, mirándome a mí — , que el trabajo

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