Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
verdad es que es bastante obsesivo.
—¡ He… dicho… que… te… largues! — vocifero, histérica, perdiendo los
papeles.
— Ya voy, ya voy… — murmura, echando a caminar en dirección a la
puerta.
Respiro, aliviada, cuando compruebo que el estúpido del chofer está a punto
de marcharse.
— ¡Oh… Tom!... — suspira, burlándose de mí, antes de cerrar la puerta.
Me quedo a solas con mi respiración agitada y mis nervios a flor de piel.
Compruebo que llevo el pijama puesto y de que no hay rastro de que Tom
haya pasado por mi cama. Me agacho y huelo las sábanas. Por desgracia,
únicamente huelen a mí.
— No puede ser… — murmuro, tapándome la cara con ambas manos.
Mario tiene razón; mi comportamiento comienza a ser sumamente obsesivo.
Y los sueños son tan reales que empiezo a pensar que estoy perdiendo
totalmente la cabeza. Hace menos de cinco minutos habría jurado sobre la
tumba de mi abuela que Tom y yo habíamos hecho el amor, pero resulta que
todo es producto de mi descabellada e hiperactiva imaginación.
Salgo de la cama y me dirijo a la ducha. Cuando voy a vestirme, pienso en el
estado tan patético que mostré anoche y decido que hoy me esforzaré un
poquito más por tener una buena imagen. Me pongo unos pantalones de
vestir, unos taconcitos, camisa y americana. Como no quiero pasar frío, me
meto un abrigo bajo la americana y echo un vistazo superficial a la imagen
que me devuelve el espejo. Casi perfecta. Recojo mi cabello rubio en una
cola de caballo y, con los ánimos un poco más recargados, salgo de la
habitación.
No soy realmente consciente de lo mucho que me duele el tobillo hasta que
empiezo a bajar las escaleras. Caminar con tacones, además, no facilita ni
ayuda a que duela menos.
“No importa”, me digo a mí misma, “para estar guapa hay que sufrir un
poquito”.