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Un nuevo amanecer

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EDITORIAL POR INVITADO

Carlos Rottemberg / Empresario Teatral

T

engo 64 años.

Hace 61 que llegué de las manos de

mis padres a Mar del Plata. Hace 44

que decidí fundar una empresa local

cien por ciento marplatense dedicada a mi actividad,

la exhibición teatral, que ya desarrollaba en

Buenos Aires.

Una comunión precoz me ligó a la ciudad desde

aquellos años tempranos. La Bristol, el viaje

larguísimo en el primer coche de mis viejos

desde Mataderos hasta el hotel Lima -de pensión

completa en un cuarto para los cuatro integrantes

de la familia tipo- a una cuadra de la antigua

terminal de ómnibus; la vuelta a la manzana en

los caballitos del Parque Primavesi y tanto más

de lo que tiene que ver con la memoria emotiva,

me unió a la ciudad. De adulto siempre me dije

que si no tuviese los teatros abiertos –y quedó

rati!cado en este último verano en pandemia–,

seguiría eligiéndola para vivirla. Porque instalé

una vida paralela a mi ciudad de nacimiento por

una cuestión de sentimiento reconvertido en

placer. Una simbiosis que hace que cada vez que

me voy acercando a Mar del Plata, antes por la

ruta angosta y ahora por la Autovía 2, respire un

aire distinto en varias de sus acepciones.

Algunas/os percibimos a lo largo de los años que

esta marca registrada de ciudad, fecundada

gracias a nuestros antepasados hasta instalarla

en el sentimiento argentino, debe cuidarse,

renovarse. Disfruto pensándolo como un compromiso

para honrar aquel pasado, pero fundamentalmente

proyectando futuro. Porque la

marca es importantísima pero, como cualquier

marca, lo más trabajoso es sostenerla en el

tiempo. Distintas convicciones y voluntades,

también potenciadas coyunturalmente por la realidad

que se impone, hace que multiplicados

referentes, aún con distintos intereses y/o

competencias, aúnen esfuerzos en este tiempo

cuando de defender la marca se trata.

Trabajar por la Mar del Plata de todo el año,

asignatura pendiente, debe dejar el título de

eslogan histórico para pasar a ser de cumplimiento

efectivo. En lo inmediato tenemos una

posibilidad fantástica: rati!carla como la primera

gran vidriera nacional pospandemia. Debemos

explotar de manera honesta la particular coyuntura

de los próximos meses, unidas/os por una

“ciudad sin dueños”, por una Mar del Plata que

nos deje apartar por un ratito cualquier tipo de

competencia para trabajar en conjunto privilegiando

el bien común.

Tenemos una oportunidad y me parece, después

de largo tiempo, que somos muchos los que

queremos y estamos trabajando duro para no

dejarla pasar. Subámonos a este colectivo porque

nos puede dar satisfacciones. Por aquellos

de antes, por nosotras/os ahora, extensivo al

futuro de quienes la seguirán viviendo. Hay

ganas. Quedan fuerzas. Sobra necesidad.

CENTRAL

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