CONTRA LA INERCIA AGAINST INERTIA - granada cultura
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(4) Marie-Loup Sougez (coord.). Historia<br />
general de la fotografía. Madrid: Ediciones<br />
Cátedra, 2007, p. 217.<br />
(5) Roland Barthes. La cámara lúcida.<br />
Madrid: Paidós, 2010, p. 117.<br />
10<br />
imprescindible para acceder a una obra en la que los<br />
conceptos de apropiación, realidad y transgresión<br />
son fundamentales.<br />
El maridaje entre pintura y fotografía hunde<br />
sus raíces en el mismo origen de la fotografía. No<br />
es demasiado conocido el hecho de que grandes<br />
pintores de renombre acudieron muy pronto a la fotografía<br />
como herramienta auxiliar en el proceso de<br />
creación de sus obras. Delacroix, a contracorriente<br />
de la opinión generalizada entre los pintores de su<br />
tiempo, reconoció abiertamente la utilidad de este<br />
nuevo medio para sus menesteres, 4 y sabemos que<br />
Courbet se sirvió de decenas de fotografías para<br />
componer sus figuras. Luego vendrían otros muchos,<br />
pero todos ellos concibieron la fotografía como un<br />
mero apoyo instrumental, como un modelo que la<br />
pericia del pintor debía corregir o mejorar. Roland<br />
Barthes estableció que la fotografía implicaba una<br />
captación radicalmente precisa de la realidad, 5 pero<br />
la atenuación de esa radicalidad ha sido el caballo de<br />
batalla para todos los pintores que se han servido de<br />
ella, al menos hasta la llegada del hiperrealismo. Lo<br />
cierto es que mientras la fotografía luchaba denodadamente<br />
a lo largo del siglo XIX y XX por alcanzar<br />
un estatus artístico propio que llegaría finalmente<br />
de la mano de las vanguardias de entreguerras (Man<br />
Ray, como Félix Nadar, no fue, curiosamente, sino<br />
un pintor frustrado), los pintores, y sobre todo los<br />
pintores más afines al estilo académico, siguieron<br />
sirviéndose de fotografías sin que de ello se derivara<br />
ningún tipo de conflicto, pero sin permitir tampoco<br />
que esa relación se hiciera evidente en el grado en el<br />
que lo es, por ejemplo, en los lienzos de Pomet.<br />
No es hasta mediados del siglo XX, con artistas<br />
como Robert Rauschenberg y sus combine paintings,<br />
cuando la fotografía se inserta de forma palpable en<br />
el discurso pictórico, aunque eso sí, más como objeto<br />
que como continente de una retórica visual propia.<br />
Gerhard Richter (Dresde, 1932) abre a lo largo de la<br />
década de los sesenta un controvertido campo de experimentación<br />
al recrear pictóricamente fotografías<br />
en sus lienzos de un modo integral, pero poco o nada<br />
tenía esto que ver con la escuela hiperrealista (cuyo<br />
breve itinerario, allí donde estuvo sujeto a la ortodoxa<br />
fidelidad a un soporte fotográfico, se reveló artísticamente<br />
estéril), sino con el momento crucial en que la<br />
pintura comienza por sus propios medios a investigar<br />
qué es una fotografía más allá del mero objeto o el<br />
modelo para el copista, qué puede decirnos y sobre<br />
todo cómo nos lo dice, qué nos oculta y qué puede<br />
obtenerse de su traducción a la superficie de un lienzo.<br />
Lo que Richter interrogó en su obra es algo que ya<br />
nos acerca al universo de imágenes de Paco Pomet.<br />
La fascinación del pequeño Pomet ante la variedad<br />
de lo visible que la óptica de unas simples gafas<br />
le revela no es más que el anticipo de la fascinación