CONTRA LA INERCIA AGAINST INERTIA - granada cultura
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(28) Op. cit., p. 38.<br />
40<br />
simbolizar el absurdo existencial y el desamparo del<br />
ciudadano común ante las promesas que la sociedad<br />
del espectáculo debordiana emite sin cesar desde<br />
cada rincón y por medio de imágenes sin sustancia.<br />
VIII. CoNTRA <strong>LA</strong> <strong>INERCIA</strong><br />
Me interesa lo que nos hace detenernos a mirar, por oposición<br />
al simple consumo pasivo de imágenes. Si hay algo político<br />
en mi obra hay que buscarlo en la capacidad que tengan mis<br />
imágenes de cuestionar la naturaleza de la imaginería misma.<br />
Cuanto más capaces seamos de leer las imágenes y de entender<br />
cómo funcionan dentro de nuestra <strong>cultura</strong>, mayor será nuestra<br />
capacidad individual de actuar.<br />
John Baldessari<br />
«El espectáculo –afirmaba Debord– no es un conjunto<br />
de imágenes, sino una relación social entre<br />
las personas mediatizada por las imágenes». 28 De<br />
modo que cuando el torbellino mediático en el que<br />
nos desenvolvemos condiciona nuestra posición y<br />
nuestra capacidad individual de actuar por medio de<br />
la emisión de imágenes y discursos amañados hasta<br />
el límite de una virtualización pasiva e hipertrofiada,<br />
la Pintura (así, con mayúsculas y con todo el peso<br />
de un medio que arrastra una enorme heredad pero<br />
también una inagotable capacidad para responder<br />
en cada momento a innumerables requerimientos<br />
artísticos) se presenta como una herramienta algo<br />
más que adecuada para ralentizar, repensar y re-crear<br />
el flujo de imágenes que intermedian con lo real,<br />
logrando en el proceso cerrar un trayecto que lleva<br />
de lo anecdótico y lo particular a lo universal. Ya lo<br />
habíamos anticipado, la obra de Paco Pomet contiene<br />
una contestación a la inercia establecida, pero<br />
el escepticismo del pintor no responde al tipo de<br />
posicionamientos propiamente políticos que solo<br />
contribuirían a disminuir el potencial de un discurso<br />
de raíz humanista que desborda etiquetas y fronteras<br />
<strong>cultura</strong>les precisamente porque delega de forma expresa<br />
parte del proceso de recepción en el espectador.<br />
En un dibujo a carboncillo titulado Mondragón<br />
(2006) [p. 41], el artista ha sintetizado el problema<br />
de la inercia con su habitual lucidez. Un pequeño<br />
grupo de personas juega al futbolín, y uno de ellos<br />
hace un gesto de burla hacia su contrincante señalándolo<br />
con un dedo, ignorante de que también él, como<br />
el resto de sus compañeros, tiene la cintura atravesada<br />
por vástagos metálicos y es por tanto pieza de<br />
otro juego cuyas reglas y designios desconoce. Si<br />
tomamos en consideración que el título de la imagen<br />
nos sitúa en una célebre institución psiquiátrica española,<br />
el dato nos permite convertir a estos figurantes<br />
en internos o en pacientes, y acotar provisionalmente<br />
el sentido de la imagen en torno a los desvaríos<br />
de la mente y el siempre llamativo efecto de mise en