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CONTRA LA INERCIA AGAINST INERTIA - granada cultura

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(29) Si la cinta de Svankmajer debe mucho<br />

al Marat/Sade de Peter Brook, hay que<br />

recordar que este film adapta a su vez<br />

una pieza teatral previa del dramaturgo<br />

alemán Peter Weiss: Die Verfolgung und<br />

Ermordung Jean Paul Marats dargestellt<br />

durch die Schauspielgruppe des Hospizes<br />

zu Charenton unter Anleitung des Herrn de<br />

Sade (La persecución y asesinato de Jean-<br />

Paul Marat interpretado por los internos<br />

del asilo de Charenton bajo la dirección<br />

del Marqués de Sade) (1963), cerrándose<br />

así –o abriéndose hacia dentro– otra nueva<br />

mise en abyme de referencias y ecos que no<br />

hacen sino poner de relieve la importancia<br />

del nudo crítico en torno al que estas obras<br />

giran. De igual modo, el hecho de que en<br />

una obra como Herencia (2009) se den cita<br />

la mise en abyme en la composición y el<br />

tema ya desglosado de la herencia (genética<br />

o <strong>cultura</strong>l), creo que contribuye una vez<br />

más a poner de relieve la solidez de un<br />

discurso pictórico donde forma y contenido<br />

se imbrican sin fisuras.<br />

(30) Valeriano Bozal. «Cómico y grotesco»,<br />

en Baudelaire, Charles. Lo cómico y la<br />

caricatura. Madrid: Antonio Machado<br />

Libros, 2001, p. 71.<br />

(31) Op. cit., p. 59.<br />

42<br />

abyme. Si, por el contrario, insertamos esta obra en<br />

la corriente crítica que recorre la producción reciente<br />

de Pomet, la imagen cobra un sentido mucho más<br />

complejo. En las palabras introductorias con las<br />

que el propio Jan Svankmajer abre Sílení (Demencia)<br />

(2005), el cineasta expone sus dudas acerca la<br />

conveniencia de un modelo psiquiátrico basado en<br />

el «método obsoleto, pero comprobado, de vigilar<br />

y castigar» y otro fundamentado en la «libertad<br />

absoluta (…) Pero hay un tercer método –concluye<br />

Svankmajer– que combina y resume los peores aspectos<br />

de los dos primeros. Es el manicomio en el<br />

que todos vivimos hoy». No es pues del todo preciso<br />

ver el film completo para comprender que, allí donde<br />

la disyuntiva entre opresión y libertad tiende a desdibujar<br />

sus contornos, la necesidad de su abordaje<br />

se vuelve tanto más apremiante, porque al igual que<br />

en Marat/Sade (Peter Brook, 1967) el ámbito de<br />

lo psiquiátrico no funciona sino como concreción<br />

simbólica de los conflictos universales del sujeto en<br />

relación al aparato social. De hecho, no recuerdo<br />

obra alguna de Paco Pomet donde la mise en abyme<br />

funcione en un sentido meramente espacial, ya que<br />

pone siempre a la figura humana como el objeto<br />

de esa repetición y ese vértigo (La partida, 2007;<br />

Los últimos días, 2007 [p. 22]; Herencia, 2009). 29<br />

Ahora bien, si la mise en abyme puede conceptuarse<br />

como un recurso visual que, ilustrando una inercia<br />

hacia lo infinito nos introduce en los términos de lo<br />

inevitable, Pomet logra, materializando y ofreciendo<br />

a la visión esa inercia, tomar distancia respecto a<br />

la misma. Pero como Valeriano Bozal apunta, «lo<br />

grotesco adquiere así una certidumbre de la que no<br />

podemos escapar: el otro aparece como una cosa<br />

(…) Al contemplar al otro como cosa, al reificarlo,<br />

podemos tomar conciencia de nuestra superioridad,<br />

pero esta dura bien poco: el tiempo que tardamos en<br />

darnos cuenta de que nosotros somos esos», 30 y todo<br />

porque «lo cómico siempre incluye al otro, aunque<br />

el otro sea uno mismo. Ahora bien, ese no es desdoblamiento<br />

reflexivo, sino una acción que, a su vez,<br />

un tercero contempla. Y el público ríe precisamente<br />

por la inconsciencia grotesca, incapaz de ver que es<br />

uno y otro». 31 Así pues, ¿no somos nosotros mismos<br />

los que aparecemos retratados en Mondragón [p. 41],<br />

nosotros los que sardónicamente nos burlamos de la<br />

ignorancia o de la locura ajena (ajenos al juego cuerdo<br />

y socialmente aceptado del que no somos más<br />

que otra pieza), nosotros los que miramos el espectáculo<br />

(de la contienda bélica o deportiva, o incluso de<br />

la obra de arte) y sonreímos satisfechos de nuestra<br />

posición, como si la visión no nos concerniera? La<br />

mano de aquel que se burla de su contrincante es la<br />

del cínico moderno. La mano del pintor que dibuja<br />

la escena y revela el vértigo es la del quínico, situado<br />

–aunque solo sea virtualmente, en la heterotopía

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