Oriol Nel·lo Alvar Aalto Eduardo de Miguel ... - Revista Diagonal
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La cultura <strong>de</strong> la calle<br />
Remus<br />
¿Quién no ha oído hablar <strong>de</strong>l comercio<br />
callejero en los países sureños? Cuando un<br />
nórdico viaja al sur, normalmente pasa por<br />
la aburrida ciudad <strong>de</strong> Stettin. ¿Y el viajero<br />
inteligente? Pasa por Copenhague. Allí, en el<br />
pueblo <strong>de</strong>l rey, el viajero percibe las primeras<br />
señales <strong>de</strong>l floreciente comercio callejero que<br />
nosotros <strong>de</strong>sconocemos. La anciana que ven<strong>de</strong><br />
en la esquina el periódico Berlingske Ti<strong>de</strong>n<strong>de</strong><br />
seguramente es la primera persona que recibe<br />
oficialmente al viajero. Incluso su sombrero<br />
tan antiguo y <strong>de</strong>sharrapado <strong>de</strong>spierta respeto.<br />
Quizás, aún más, porque esa antigüedad<br />
está llena <strong>de</strong>l conservadurismo danés que<br />
representa, es <strong>de</strong>cir, el <strong>de</strong>l periódico Berlingske<br />
Ti<strong>de</strong>n<strong>de</strong>. La vieja va completamente vestida<br />
en “Berlingske”. Y su habla (en su boca no hay<br />
ningún ejemplar <strong>de</strong> ese periódico semioficial)<br />
es dulce como la miel.<br />
La abuela encuentra competencia, no os<br />
preocupéis. Algunos gritan “Berlingske”, como<br />
ella, otros “plátanos”, “broches”, “pañuelos”,<br />
etc. Si tienes sentido <strong>de</strong>l humor, compras. Si<br />
no, te excusas con un “no tengo ni un duro”.<br />
Alemania es más seca, aunque hoy en día<br />
también tiene su diversión incluso en este<br />
campo: el comercio <strong>de</strong> divisas.<br />
Después vete al sur, allí empieza el jaleo. No<br />
estoy hablando <strong>de</strong> Suiza, don<strong>de</strong> los quesos viejos<br />
son los únicos seres realmente vivos, sino<br />
<strong>de</strong> Francia.<br />
¡París, ya sabéis! En sus bulevares se ven<strong>de</strong><br />
cualquier cosa. Y sus comerciantes <strong>de</strong> la calle<br />
dominan el lenguaje. A<strong>de</strong>más, ¡se trata <strong>de</strong> la<br />
lengua francesa! Voltaire, por Dios, no es nada<br />
comparado con uno <strong>de</strong> ellos.<br />
Así son las cosas en otros países, y no hablo<br />
<strong>de</strong> Italia, ni <strong>de</strong> Túnez, don<strong>de</strong> ni siquiera está<br />
permitido comerciar en otro lugar que no sea<br />
la calle; pasa lo mismo en las escuelas americanas,<br />
don<strong>de</strong> a los chicos sólo se les permite<br />
hacer los <strong>de</strong>beres durante las pausas.<br />
Selección y revisión: Ángel Martín Ramos.<br />
Traducción: Karin Sothmann.<br />
En nuestro país no está permitido comerciar en<br />
las calles, porque Finlandia es… miedosa, como<br />
dice una canción. Y tiene miedo a la policía.<br />
El mercado <strong>de</strong> Jyväskylä siempre ha sido primus<br />
inter pares comparado con otros mercados, ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
los tiempos poéticos cuando el Circo Bohno y<br />
Reimers, a veces simultáneamente, eran los centros<br />
espléndidos <strong>de</strong> su vida <strong>de</strong> mercado. Belle Jöns<br />
<strong>de</strong> Bohno hoy en día se llama Jalmari Ruokokoski,<br />
creo.<br />
También había buhoneros. Y parece que todavía<br />
los hay. De hecho, me da la impresión <strong>de</strong> que su<br />
oficio ha evolucionado y su número ha aumentado.<br />
El mercado <strong>de</strong> Jyväskylä también tenía sus buhoneros.<br />
-“¡Escuchad los sanos y los lisiados, los tontos<br />
y los sabios! Yo soy el buhonero Jussi, El Copioso.<br />
Vendo cosas como nadie. Lo único que no<br />
vendo es pan.”<br />
“Pero seguro que la abuela pue<strong>de</strong> necesitar<br />
papel <strong>de</strong> escribir. ¡Esto es papel fino <strong>de</strong> primera<br />
calidad! De Forssa.”<br />
“Usted es <strong>de</strong> Saarijärvi, ¿no? Esto es papel <strong>de</strong><br />
escribir, ¡y sólo cuesta cinco marcos! ¿No le convence?<br />
Pues también le pongo un puñado <strong>de</strong><br />
horquillas. ¡Una muchacha espectacular tiene<br />
que tener un pelo espectacular! ¿Verdad?”<br />
“Pues ¡más cosas! Le pongo un auténtico<br />
jabón perfumado <strong>de</strong> Londres. ¡Todo por cinco<br />
marcos! Y esto no es todo, ¡aún puedo más!<br />
Aquí tiene una cuchara <strong>de</strong> metal blanco, aquí<br />
un espejo <strong>de</strong> bolsillo y un cepillo para los zapatos.<br />
¡Todo por cinco marcos!”<br />
A esas alturas tenía que comprar. El comerciante<br />
me daba lástima. Por lo visto era un <strong>de</strong>sgraciado<br />
benefactor <strong>de</strong> su pueblo.<br />
Aún oigo el eco “jabón perfumado”, “peine”,<br />
“espejo <strong>de</strong> bolsillo <strong>de</strong> París”, “un auténtico cucharón<br />
alemán”…<br />
Finlandia empieza a tener cultura <strong>de</strong> la calle. Y<br />
yo comienzo a tener horquillas.<br />
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