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418 LUDWIG VON MISES<br />

a los cuales se parecla más que a los hombres, para revolcarse con<br />

ellos en el fango y darles su regla.'<br />

Una moral ascética jamás puede erigirse en principio de vida obli.<br />

gatoria para todos los hombres. El asceta que obra lógicamente se<br />

retira del mundo por su propia voluntad, en el sentido estricto de la<br />

palabra. El ascetismo que trata de afirmarse sobre la tierra no conduce<br />

sus principios a las consecuencias que encierra, pues hay un limite que<br />

no puede trasponer. Poco importan los sofismas a que recurra para<br />

justificarse. Basta que obre asi y que se vea constreñido a hacerlo. Más<br />

aún, está obligado cuando menos a tolerar a quienes no sean ascetas.<br />

Al constituir asi dos morales, una para los santos, otra para los niños<br />

del siglo, el asceta introduce la contradicción en la moral. La vida de<br />

los laicos le parece algo que es inevitable tolerar y que de hecho se<br />

tolera, pero nada más. La única vida verdaderamente moral es la de<br />

los monjes o, cualquier otro que sea el nombre con que se les designe,<br />

la de quienes tienden a la perfección por medio del ascetismo. Al dividir la<br />

moral en dos partes, el ascetismo renuncia a reinar en la vida. Renuncia<br />

a ser una moral social. Lo único que se aventura todavia a<br />

pedir a los laicos es que permitan a los santos continuar viviendo de sus<br />

limosnas.<br />

El ascetismo, en su puridad ideal, ignora la satisfacción de las necesidades.<br />

Se halla, en el sentido literal de la palabra, fuera de la econo­<br />

Inia. El pálido reflejo que se forjan del ideal ascético los laicos que<br />

viven en una sociedad en donde el ascetismo de quienes tienden a la<br />

perfección recibe honores, lo mismo que los monjes reunidos en una<br />

comunidad de producción y consumo, exige sin duda la comunidad de<br />

los bienes, pero no excluye de manera alguna la racionalización extrema<br />

de la producción. Al contrario, la exige. Porque si toda ocupación terrena<br />

aleja al hombre de la única vida que valga y que tenga realmente<br />

un valor moral, y que merezca por consiguiente tolerarse como conducto<br />

al servicio de un fin intermedio, desgraciadamente necesario, es<br />

altamente deseable entonces que esta actividad profana sea tan eficaz<br />

cuanto sea posible, para que pueda reducirse al minimo. La racionalización<br />

tiene su motivo de ser, para el hombre del siglo, en su deseo de<br />

aminorar siempre las sensaciones penosas y de aumentar los placeres.<br />

Se justifica para el ascetismo que considera las penas inherentes al<br />

trabajo y a las privaciones como dueñas de un valor de mortificación<br />

y que evita como manchados de pecado los placeres que resultan de la<br />

l. Cf. Glaser, Die fra...i81

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