socialismo
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EPILOGO 585<br />
el hombre ha librado en favor de la libertad La evolución ha sido larga<br />
Y penosa, Y los campeones del absolutismo han triunfado una y otra<br />
vez, pero al final predominó el régimen de derecho en el ámbito de la<br />
civilización occidental. El signo característico de esta civilización es<br />
el régimen de derecho o el gobierno limitado, en la forma en que lo<br />
han salvaguardado las constituciones y las declaraciones de derechos<br />
del hombre. Fue este régimen el que hizo posibles las proezas maravillosas<br />
del capitalismo moderno y de su "superestructura", la democracia,<br />
como diria un marxista que no retroceda ante las consecuencias<br />
de sus teorías. Obtuvo un bienestar sin precedente para una población<br />
en constante aumento. Las masas en los países capitalistas gozan hoy<br />
día de un nivel de vida mucho más alto que el de las clases acomodadas<br />
en etapas anteriores de la historia.<br />
Todas estas victorias no han disminuido la actividad y el celo de<br />
los defensores del despotismo y la planeación. Sin embargo, habría<br />
sido absurdo que los defensores del totalitarismo expusieran abiertamente<br />
las consecuencias dictatoriales irremediables de sus empeños. En<br />
el siglo XIX las ideas de libertad y del régimen de derecho habían<br />
ganado tal prestigio que parecía locura atacarlas de frente. La opinión<br />
pública se hallaba firmemente convencida de que el despotismo estaba<br />
liquidado y de que nunca podría restaurarse. ¿No fue acaso obligado<br />
aun el zar en la bárbara Rusia a abolir la servidumbre, establecer el<br />
juicio por jurados, conceder libertad limitada a la prensa y respetar<br />
las leyes?<br />
Consiguientemente, los socialistas acudieron a una treta. Siguieron<br />
discutiendo el advenimiento de la dictadura del proletariado, esto es,<br />
la dictadura de las ideas personales de cada autor socialista, en sus<br />
círculos esotéricos. Pero al gran público le hablaron en forma diferente.<br />
El <strong>socialismo</strong>, afirmaban, nos traerá la verdadera y completa libertad<br />
y la democracia. Suprimirá toda clase de compulsiones y coerciones.<br />
El estado se "desvanecerá". En la comunidad socialista del futuro<br />
no habrá jueces ni policías, ni horcas, ni prisiones.<br />
Pero ahora los bolcheviques se quitaron la careta. Estaban completamente<br />
convencidos de que había alborado el día de su victoria final<br />
e inconmovible. Continuar el disimulo no era posible ni necesario, y el<br />
evangelio del derramamiento de sangre se podia predicar abiertamente.<br />
Encontró respuesta entusiasta entre los literatos degenerados y los intelectuales<br />
de salón, quienes, por muchos años, habían ya desvariado<br />
con los escritos de Sorel y Nietszche. Los frutos de la "traición de los