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Cuaderno Anastasio Aquino.pdf - El Socialista Centroamericano

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<strong>Anastasio</strong> <strong>Aquino</strong>: Recuerdo, Valoración y Presencia<br />

con las palabras del Dr. Cevallos: “Durante los gobiernos de los<br />

ciudadanos Mariano Prado, como Jefe de Estado, y Joaquín de San<br />

Martin, como Vice-Jefe, <strong>Anastasio</strong> <strong>Aquino</strong> descendiente puro de los<br />

antiguos pipiles, que antes y después de la conquista ocuparon la parte<br />

sur del reino de Guatemala, levanto con probabilidades de buen éxito<br />

y felices resultados, el negro estandarte de la aterradora rebelión de<br />

Santiago y San Juan Nonualco a fi nes de enero de 1833”. 23<br />

Es decir que la rebelión de <strong>Aquino</strong> esta separada de la fecha de<br />

nuestra independencia política, apenas por 12 años, lapso durante el<br />

cual, como insistimos, el heredado sistema de la Colonia se hacia sentir<br />

con mas fuerza en el agro.<br />

<strong>El</strong> Dr. Pedro Geoffroy Rivas, al referirse a este movimiento de<br />

las tribus pipiles, expresa: “La opresión y la explotación colonial se<br />

prolongaban en la República, acaso con mayor intensidad, ya que los<br />

criollos que se habían hecho del poder, estaba ávidos de riquezas<br />

que la organización colonial les había impedido acumular. En 1833, la<br />

tribu nonualca se sublevo contra la esclavizante tiranía de los blancos.<br />

Las tierras coloniales –los ejidos que la colonia había respetadofueron<br />

asaltados por la naciente burguesía criolla, los indios se vieron<br />

desposeídos de las tierras que por centurias habían trabajado en<br />

común y constreñidos a trabajar para los nuevos amos a cambio de<br />

ínfi mas raciones alimenticias y miserables salarios, <strong>Anastasio</strong> <strong>Aquino</strong><br />

–tayte de los nonualcos- izó la bandera de la rebelión indígena. Como<br />

pólvora corrió por la región su formidable grito de “la tierra para el<br />

que la trabaja”. Carlos Marx tenía 20 años y era un incipiente joven<br />

hegeliano, aprendiz de fi lósofo. Rusia gemía bajo la bota de los Zares<br />

y faltaba un siglo para la revolución soviética. No era posible, pues,<br />

gritar histéricamente “!comunismo¡”, como una condena a muerte para<br />

el afán libertario. Aun no se investigaba el delito de “disolución social”<br />

para llevar al patíbulo a todo el que no se conformaba con la esclavitud.<br />

Todavía no se descubría el sambenito de “agitador internacional”, para<br />

colgarlo al pecho de quienes quieren decir al pueblo la verdad terrible de<br />

su explotación. No se encontraba aun el fácil expediente de arrojar de<br />

su patria a los que comulgaban con la inicua explotación y servidumbre<br />

a que se somete al campesinado.<br />

Y continua: “Pero había otros sistemas, tan expeditos y sumarios<br />

como estos. Incontables han sido siempre los recursos de quienes<br />

detentan el Poder para asesinar impunemente en nombre de esa<br />

insaciable entelequia, de ese fetiche despiadado o implacable que los<br />

“civilizados” conocemos con el nombre de Estado. <strong>El</strong> “odio indígena”<br />

hacia el blanco, el “resentimiento primitivo” de los idolatras contra “la<br />

verdad de Cristo”, sirvieron a maravilla al contubernio Iglesia-Poder<br />

Publico para justifi car los asesinatos y las sangrientas represiones a<br />

30<br />

23 Cevallos, ob. Cit., pág. 227.<br />

<strong>Cuaderno</strong> No 19 de <strong>El</strong> <strong>Socialista</strong> <strong>Centroamericano</strong>

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