Cuaderno Anastasio Aquino.pdf - El Socialista Centroamericano
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<strong>Anastasio</strong> <strong>Aquino</strong>: Recuerdo, Valoración y Presencia<br />
político irrecusable, que vendría a echar por tierra las denuncias que de<br />
él hicieran, llenas de vilipendio, de minusvalía de su soberbia estatura.<br />
Si la cuestión del sacrilegio fuera realidad resultaría si iconoclastia,<br />
su irreverencia profunda a lo establecido, su oído a esa parte de la<br />
cultura que nos viniera en el arcabuz y la cruz; a ese exotismo europeo<br />
que derrumbo una cultura, quemo códices que hablaban de todo lo<br />
nuestro, y sometió a sus terribles dictados a inmensas masas de pueblos.<br />
Entonces, el hecho del sacrilegio, no pasaría de ser una demostración<br />
tajante de que el indio podía prescindir de las cosas impuestas, y llegar<br />
hasta a hacer burla en una sangrienta pantomima, de las venerables<br />
imágenes adoradas, que resguardaban las riquezas de los poderosos de<br />
la ciudad de Lorenzana.<br />
Pedro Geoffroy Rivas, en su ensayo ya citado, reúne en breves y<br />
energéticos párrafos la coronación del indio <strong>Aquino</strong>:<br />
“Los ricos criollos se habían refugiado en la iglesia, tratando de<br />
resguardar sus riquezas bajo el manto de aquel que abomino de los<br />
potentados y consagro su vida a la pobreza y a la humildad. Los indios<br />
no se atrevían a entrar, atacar el templo. Siglos de predica opresora les<br />
había infundido una fanático temor frente a la divinidad de los blancos,<br />
frente a aquel Dios que podía fulminarlos si se decidían a atacar su<br />
morada. Parecia que la estrategia criolla daría resultado. Desde<br />
una torre de la iglesia, el cura lanzaba anatemas sobre los ejércitos<br />
indios. Pero el valor del tayte logro dominar el pánico y la iglesia fue<br />
tomada por las huestes nonualcas. Y allí, en aquella iglesia de pueblo,<br />
<strong>Anastasio</strong> <strong>Aquino</strong> consuma su mas formidable acto revolucionario,<br />
el que lo consagra como líder, como precursor de los que –muchos<br />
años después- señalarían la religión como un opio que adormece<br />
los instintos de libertad del hombre y los somete a la explotación de<br />
quienes -en nombre de Cristo- se alimentan con la sangre, el sudor<br />
y las lagrimas de los desheredados. Para demostrar a los indios la<br />
falsedad de los castigos con que los amenazaba el cura, para que se<br />
convencieran de que ningún rayo celeste los abatiría por “sacrilegio”,<br />
<strong>Aquino</strong> trepo al camarín que resguardaba una ridícula imagen de San<br />
José y, derribándola, se ciño la corona y se cubrió con el manto de<br />
la estatua, y constituyéndose así, a los ojos de los indios, en el gran<br />
demoledor de la mentira católica, en redentor autentico de la raza<br />
oprimida, en verdadero apóstol de aquel que dijo: “Bienaventurados<br />
los humildes, porque ellos poseerán la tierra”.<br />
b) Pero los decretos que hemos dejado transcritos ponen de<br />
manifi esto algo mas, de fundamental importancia que, a nuestro modo<br />
de ver, una interpretación no puede pasar en silencio:<br />
1º.- <strong>El</strong> dictar medidas penales, que imponen sanciones de alta<br />
severidad represiva, evidencia en <strong>Aquino</strong> esa imagen de la justicia que<br />
el español aplicara durante siglos de dominación; justicia, por demás<br />
esta decirlo, amañada para con el indígena, quien se veía despojado de<br />
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<strong>Cuaderno</strong> No 19 de <strong>El</strong> <strong>Socialista</strong> <strong>Centroamericano</strong>