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JUDAS DE KERIOT - Difusión obra María Valtorta

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humilde para con el Templo; para con el Templo, o sea, con las castas poderosas. Ve‖. Judas le<br />

mira pensativo interrogativamente... pero no se atreve a preguntar algo más. Y se va pensando.<br />

■ Regresa con un personaje vestido oficialmente. ―Maestro, he aquí el encargado‖. Jesús: ―La<br />

paz sea contigo. Pido enseñar a Israel, entre los Rabíes de Israel‖. Encargado: ―¿Eres Tú rabí?‖.<br />

Jesús: ―Lo soy‖. Encargado: ―¿Quién fue tu maestro?‖. Jesús: ―El Espíritu de Dios que me<br />

habla con su sabiduría y que me ilumina con su luz todas las palabras de los Textos<br />

Sagrados‖. Encargado: ―¿Eres más que Hilel, Tú que sin ser maestro dices conocer cualquier<br />

doctrina? ¿Cómo puede uno aprender si no hay uno que le enseñe?‖. Jesús: ―Como se formó<br />

David, pastorcillo desconocido, y que llegó a ser poderoso y sabio por voluntad de Dios‖ (1<br />

Re.17,12-18,5). Encargado: ―¿Tu nombre?‖. Jesús: ―Jesús de José de Jacob, de la estirpe de<br />

David, y de <strong>María</strong> de Joaquín, de la estirpe de David, y de Anna de Aarón; <strong>María</strong>, la Virgen que<br />

el Sumo Sacerdote casó en el Templo, según la ley de Israel, porque era huérfana‖.<br />

Encargado: ―¿Quién lo prueba?‖. Jesús: ―Todavía aquí debe de haber levitas que se acuerden<br />

del hecho y que fueron coetáneos de Zacarías de la clase de Abía, mi pariente. Pregúntales, si<br />

dudas de mi sinceridad‖. Encargado: ―Te creo. Pero ¿quién me prueba de que eres capaz Tú de<br />

enseñar?‖. Jesús: ―Escúchame y tu mismo decidirás‖. Encargado: ―Eres libre de hacerlo...<br />

pero... ¿no eres Nazareno?‖. Jesús: ―Nací en Belén de Judá en tiempos del censo ordenado por<br />

César. Proscritos a causa de leyes injustas, los hijos de David están por todas partes. Pero la<br />

estirpe es de Judá‖. Encargado: ―Ya sabes... los fariseos... toda Judea... respecto a Galilea...‖.<br />

Jesús: ―Lo sé. Pero no desconfíes. En Belén vi la luz por primera vez, en Belén Efratá de donde<br />

viene mi estirpe; si ahora vivo en Galilea es solo para que se cumpla lo que está escrito...‖. El<br />

encargado se aleja unos metros, dirigiéndose a donde le llaman. ■ Judas pregunta: ―¿Por qué no<br />

has dicho que eres el Mesías?‖. Jesús: ―Mis palabras lo dirán‖. Iscariote: ―¿Qué es lo que está<br />

escrito y debe cumplirse?‖. Jesús: ―La reunión de todo Israel bajo la enseñanza de la palabra del<br />

Mesías. Soy el Pastor de quien hablan los Profetas y he venido a reunir a mis ovejas de todas<br />

partes, he venido a curar las enfermedades, a poner en buen camino a los que yerran. Para Mí no<br />

hay Judea o Galilea, Decápolis o Idumea. Sólo hay una cosa: el Amor que mira con un único<br />

ojo y une con un único abrazo para salvar...‖. Jesús está inspirado, ¡tanto sonríe a su sueño, que<br />

parece emanar destellos! Judas le contempla admirado. Entre tanto, algunas personas, curiosas,<br />

se han acercado a los dos, cuyo aspecto imponente --distinto en ambos-- atrae e impresiona.<br />

* ( Jesús anuncia a la gente los nuevos tiempos. Les dice que el precepto del amor ahora es<br />

más luminoso y se presenta como el Mesías anunciado por el Bautista).<br />

■ Mas Judas se siente en el deber de decir a diestro y siniestro: ―El Mesías es el que os está<br />

hablando. Os lo aseguro yo que le conozco y soy su primer discípulo‖. La gente, atemorizada,<br />

exclama: ―¡Él!... ¡Oh!...‖, y se echa atrás un poco. Pero Jesús se muestra tan bondadoso, que<br />

vuelven a acercarse. Iscariote anima a la gente: ―Pedidle algún milagro. Él es poderoso. Cura.<br />

Lee los corazones. Responde a todas las dificultades‖. Un enfermo se le acerca: ―Háblale para<br />

mí, que estoy enfermo. Con el ojo derecho no veo, y el izquierdo está casi seco...‖. Iscariote<br />

llama a Jesús que estaba acariciando a una niña ―Maestro, este hombre está casi ciego y quiere<br />

ver. Le he dicho que Tú puedes‖. Jesús: ―Puedo para quien tiene fe ¿Tienes fe tú?‖. Enfermo:<br />

―Yo creo en el Dios de Israel. He venido para echarme en Betzeta. Pero siempre hay alguien que<br />

se echa antes que yo‖. Jesús: ―¿Puedes creer en Mí?‖. Enfermo: ―Si creo en el ángel de la<br />

piscina (Ju.5,2-4), ¿no debería creer en Ti, de quien tu discípulo dice que eres el Mesías?‖. Jesús<br />

sonríe. Se pone saliva en el dedo y frota el ojo del enfermo. ―¿Qué ves?‖. Enfermo: ―Veo las<br />

cosas sin la neblina de antes. Y... ¿no me curas el otro?‖. Nuevamente Jesús sonríe. Hace lo<br />

mismo con el ojo ciego. ―¿Qué ves?‖ pregunta al quitar la yema del dedo del párpado caído.<br />

Enfermo: ―¡Ah! ¡Señor de Israel! ¡Veo como cuando corría de niño por los prados! ¡Bendito<br />

seas para siempre!‖. El hombre postrado a los pies de Jesús llora. Jesús: ―Vete. Sé bueno ahora<br />

por agradecimiento a Dios‖. ■ Un levita, que había llegado cuando ya estaba concluyéndose el<br />

milagro, pregunta: ―¿Con qué poder haces Tú estas cosas?‖. Jesús: ―¿Tú me lo preguntas? Te lo<br />

diré si me respondes a una pregunta. Según tú, ¿es más grande un profeta que anuncia al Mesías<br />

o el Mesías mismo?‖. Levita: ―¡Qué pregunta! El Mesías es mayor: es el Redentor que prometió<br />

el Altísimo‖. Jesús: ―Entonces... ¿por qué los Profetas hicieron milagros? ¿Con qué poder?‖.<br />

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