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JUDAS DE KERIOT - Difusión obra María Valtorta

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* “De y con Israel debe brotar la planta de vida eterna, cuya savia será la Sangre del<br />

Señor”.- ■ Por la tarde, veo a Jesús bajo unos olivos. Está sentado sobre un escalón del terreno<br />

en su postura habitual: con los codos apoyados en las rodillas, los antebrazos hacia adelante y<br />

las manos unidas. Empieza a hacerse de noche y la luz va disminuyendo en el tupido olivar.<br />

Jesús está solo. Se quitó el manto como si tuviese calor y su blanco vestido resalta sobre lo<br />

verde del lugar muy oscurecido por el crepúsculo. Sube un hombre entre los olivos. Da la<br />

impresión de que busca algo o a alguien. Es alto, su vestido de un color alegre: un amarillo rosa<br />

que hace más vistoso el manto, lleno de franjas ondulantes. No distingo bien su cara porque la<br />

luz y la distancia no lo permiten. Cuando ve a Jesús, hace un gesto como diciendo: ‖¡Ahí está!‖,<br />

y apresura el paso. A pocos metros saluda: ―¡Salve, Maestro!‖. Jesús se vuelve repentinamente y<br />

alza la cara, porque el que acaba de llegar en ese momento está en el escalón superior. Jesús le<br />

mira seriamente y podría decir que hasta con tristeza. El hombre repite: ―Te saludo, Maestro.<br />

Soy Judas de Keriot ¿No me reconoces? ¿No te acuerdas de mí?‖. Jesús: ―Te recuerdo y te<br />

reconozco. Eres el que me habló aquí con Tomás en la Pascua pasada‖. Iscariote: ―Y al que Tú<br />

dijiste: «Piensa y reflexiona al decidirte antes de mi regreso». Ya lo he decidido: voy contigo‖.<br />

Jesús: ―¿Por que vienes, Judas?‖. Jesús está realmente triste. Iscariote: ―Porque... ya te dije la<br />

otra vez por qué: porque sueño en el reino de Israel y te he visto cual rey‖. Jesús: ―¿Vienes por<br />

este motivo?‖. Iscariote: ―Por éste. Me pongo a mí mismo, y todo cuanto poseo: capacidad,<br />

conocimientos, amistades, fatiga, a tu servicio y al servicio de tu misión para reconstruir Israel‖.<br />

■ Los dos están ahora frente a frente, cerca el uno del otro, en pie. Se miran fijamente. Jesús<br />

serio hasta la tristeza; el otro exaltado por su sueño, sonriente, joven y hermoso, ligero y<br />

ambicioso. Jesús: ―Yo no te busqué, Judas‖. Iscariote: ―Lo sé. Pero yo te buscaba. Día tras día<br />

puse a las puertas quien me indicase tu llegada. Pensaba que vendrías con seguidores y que así<br />

fácilmente se podría saber de Ti. Pero fue al contrario... he comprendido que estabas, porque<br />

después de que curaste a un enfermo, los peregrinos te bendecían. Pero nadie sabía decirme con<br />

exactitud dónde estabas. Entonces me acordé de este lugar. Y vine. Si no te hubiera encontrado<br />

aquí, me hubiera resignado a no encontrarte más...‖. Jesús: ―¿Piensas que ha sido para ti un<br />

bien el haberme encontrado?‖. Iscariote: ―Sí, porque te buscaba, te anhelaba, te quiero‖. Jesús:<br />

―¿Por qué?... ¿Por qué me has buscado?‖. Iscariote: ―Te lo dije, ¡Maestro! ■ ¿No me has<br />

comprendido?‖. Jesús: ―Te he comprendido. Sí... pero quiero que también me comprendas antes<br />

de seguirme. Ven. Hablaremos en el camino‖. Y empiezan a caminar uno al lado del otro. ―Tú<br />

me sigues por una idea que es humana, Judas. Debo disuadirte. No he venido para esto‖.<br />

Iscariote: ―¿Pero no eres Tú el señalado Rey de los Judíos? ¿Del que han hablado los profetas?<br />

Han venido otros. Pero les faltaban demasiadas cosas, y cayeron como hojas que el viento ya no<br />

sostiene. Tú tienes a Dios contigo, en tal modo que haces milagros. Donde está Dios, el éxito de<br />

la misión está seguro‖. Jesús: ―Es verdad lo que has dicho: que Yo tengo a Dios conmigo. Soy<br />

su Verbo. Soy el que profetizaron los profetas, el prometido de los Patriarcas, el esperado de las<br />

multitudes. Pero ¿por qué, ¡oh Israel! te has hecho tan ciega y sorda que ya no sabes leer ni ver,<br />

oír ni comprender lo verdadero de los hechos? Mi Reino, no es de este mundo, Judas. No te<br />

hagas ilusiones. Vengo a traer a Israel la Luz y la Gloria. Pero no la luz y la gloria de esta tierra.<br />

Vengo a llamar a los justos de Israel al Reino. Porque de Israel y con Israel debe formarse y<br />

brotar la planta de la vida eterna, cuya savia será la Sangre del Señor, planta que se extenderá<br />

por toda la tierra, hasta el fin de los siglos. Mis primeros seguidores son de Israel. Aun mis<br />

verdugos serán de Israel, y también el que me traicionará será de Israel...‖. Iscariote: ―No,<br />

Maestro. Esto no sucederá nunca. Aunque todos te traicionasen, yo quedaré y te defenderé‖.<br />

Jesús: ―¿Tú, Judas?‖.<br />

* ―Judas, seguir al Mesías en verdad y justicia quiere decir realizar <strong>obra</strong>s del espíritu y es<br />

necesario matar al hombre y renacer‖.- ■ Jesús: ―Y ¿en qué basas tu seguridad, Judas?‖.<br />

Iscariote: ―En mi palabra de honor‖. Jesús: ―Cosa más frágil que una tela de araña, Judas. A<br />

Dios debemos pedir la fuerza para ser honrados y fieles. ¡El hombre!... El hombre realiza <strong>obra</strong>s<br />

de hombre. Pero para realizar <strong>obra</strong>s del espíritu --seguir al Mesías en verdad y en justicia quiere<br />

decir realizar <strong>obra</strong>s de espíritu-- es necesario matar al hombre y hacerlo renacer. ¿Eres capaz de<br />

cosa tan grande?‖. Iscariote: ―Sí, Maestro. Y además... no todo Israel te amará. Pero Israel no<br />

dará ni verdugos ni traidores a su Mesías. ¡Te espera desde hace siglos!‖. Jesús: ―Me los dará.<br />

Recuerda los profetas... sus palabras... y el fin que tuvieron. Estoy destinado a desilusionar a<br />

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