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JUDAS DE KERIOT - Difusión obra María Valtorta

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terminando mi trabajo de treinta años de aniquilamiento y de preparación para ir perfecto a mi<br />

ministerio. Os ruego que estéis ahora conmigo algunos días en esta cueva. En cualquier caso<br />

será una estancia menos solitaria porque seremos ahora cuatro amigos que luchan contra la<br />

tristeza, el miedo, las tentaciones, las necesidades de la carne. Yo estuve solo. En cualquier<br />

caso, será menos penosa porque ahora es verano, y aquí arriba, sopla el viento de las alturas que<br />

templa el calor. Llegué a fines de la luna de Tebet y el viento que descendía de las nieves de la<br />

cúspide era muy frío. En cualquier caso será menos angustiosa, porque es más breve, y porque<br />

tenemos ahora los alimentos indispensables que pueden calmar nuestra hambre. Y en las<br />

pequeñas botijas de cuero que hice que los pastores os diesen hay suficiente agua para estos días<br />

de estancia. ■ Yo... Yo necesito arrancar dos almas a Satanás. Solo la penitencia lo puede. Os<br />

pido vuestra ayuda. También vosotros os formaréis. Aprenderéis cómo se arrancan las presas a<br />

Satanás: no tanto con palabras cuanto con el sacrificio... ¡Las palabras!... El estrépito satánico<br />

impide oírlas... Cada alma en manos del Enemigo está envuelta en torbellinos de voces<br />

infernales... ¿Queréis quedaros conmigo?... Si no queréis podéis iros. Yo me quedo. Nos<br />

encontraremos en Tecua, junto al mercado‖. Juan dice: ―No, Maestro, yo no te dejo‖, y al<br />

mismo tiempo Simón exclama: ―Tú nos elevas al querernos contigo en esta redención‖. Judas...<br />

no me parece que esté muy entusiasmado. Pero hace buena cara al... destino y dice: ―Me<br />

quedo‖. Jesús: ―Tomad, pues, las botijas y las alforjas y metedlas dentro y antes de que queme<br />

el sol, partid la leña y amontonadla junto a las aberturas. La noche aún en verano es fría, y no<br />

todos los animales son buenos. Vamos a encender enseguida una rama. ¡Allí!, de aquella planta<br />

de acacia resinosa; arde bien. Y vamos a mirar entre las aberturas para echar fuera con el fuego<br />

víboras y escorpiones. ¡Venga, comenzad!‖...<br />

* ―Nuestra permanencia ha terminado. Acordaos de este lugar... de cómo se preparó el<br />

Mesías y cómo se preparan los apóstoles tal como Yo os he enseñado...‖.- ■ ...El mismo<br />

lugar del monte. Tan solo que ahora es de noche. Una noche llena de estrellas... Jesús está<br />

sentado en la boca de la cueva y habla a los tres que están alrededor de Él. Deben de haber<br />

hecho fuego porque, en medio del círculo que forman los cuatro, un montoncito de ascuas arroja<br />

chispazos de fuego que se dibujan en los cuatro rostros. ―Sí, nuestra permanencia aquí se ha<br />

acabado. Esta permanencia ha sido corta. La mía duró cuarenta días... Y os digo más: era<br />

todavía invierno en estas pendientes... y no tenía Yo comida. Un poco más difícil que esta vez<br />

¿no es así? Sé que también ahora habéis sufrido. Lo poco que teníamos y que os daba no era<br />

nada, especialmente para el hambre de los jóvenes; era suficiente solo para que no<br />

desfallecierais de debilidad. El agua, todavía más escasa. El calor es tórrido durante el día; diréis<br />

que no hacía este calor de invierno; pero sí había viento seco que bajaba quemando los<br />

pulmones desde aquella cima, y subía desde aquella bajura cargado de polvo desértico, y secaba<br />

más aún que este calor activo que se puede aliviar sorbiendo el jugo de estos frutos agraces ya<br />

maduros. En cambio, el monte, entonces, solo proporcionaba viento y hierbas quemadas por el<br />

hielo en torno a las esqueléticas acacias. No os he dado todo porque he reservado para el regreso<br />

los últimos panes y el último queso con la última botija. Yo sé lo que fue el regreso, estando<br />

exhausto, en la soledad del desierto... Recojamos nuestras cosas y pongámonos en camino. La<br />

noche es aún más clara que la que nos condujo aquí. No hay luna, pero el cielo llueve luz.<br />

Vamos. Acordáos de este lugar. No olvidéis cómo se preparó el Mesías y cómo se preparan los<br />

apóstoles. Cómo enseño Yo para que se preparen‖. ■ Se ponen de pié. Simón con una rama<br />

revuelve las brasas, las reaviva y prende una rama de acacia en la llama y la tiene en alto, a la<br />

entrada de la cueva, mientras Judas y Juan recogen mantos, alforjas y unas botijas de piel, de las<br />

que todavía una está llena. Después apaga la tea contra la roca, se echa encima su alforja, se<br />

pone el manto, como todos, se lo amarra con las cintas para que no le moleste al caminar. Bajan,<br />

sin más palabras, uno detrás del otro, por un sendero inclinadísimo, espantando a los pequeños<br />

animales que comen las pocas hierbas que todavía han resistido al sol. El camino es largo e<br />

incómodo. Finalmente llegan a un llano. Tampoco es muy fácil aquí el camino, donde piedras y<br />

lascas se mueven, traidoras, bajo el pie, hiriéndolo incluso, porque la tierra, reducida a polvo,<br />

las oculta y no se pueden ver ni evitar; aquí donde matorrales quemados, espinosos, arañan y<br />

dificultan el paso enganchándose en los bajos de los vestidos; pero es un camino más expedito.<br />

Arriba las estrellas están cada vez más hermosas. Caminan, caminan, caminan durante horas. La<br />

llanura es cada vez más estéril y triste. Luces fosforescentes brillan en algunas grietas pequeñas<br />

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