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JUDAS DE KERIOT - Difusión obra María Valtorta

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malo se encuentran en donde quiera‖. Campesino: ―Es verdad. Yo, como primer encuentro con<br />

los galileos, encuentro a los buenos. Mujer, trae la comida. No tengo más que pan, verduras,<br />

aceitunas y queso. Soy campesino‖. Jesús: ―Yo tampoco soy un señor. Soy carpintero‖.<br />

Campesino: ―¿Tú? No, a juzgar por tus modales‖. La mujer interrumpe: ―Nuestro huésped es de<br />

Belén, te lo dije, y, si persiguen a los suyos, habrán sido quizás ricos e instruidos como lo eran<br />

Josué de Ur, Matías de Isaac, Leví de Abrahám... ¡pobres desgraciados!‖. Campesino: ―Nadie te<br />

preguntó. Perdónala. Las mujeres son más parlanchinas que los pájaros al oscurecer‖. Jesús:<br />

―¿Eran familias de Belén?‖. Campesino: ―¿Cómo?... ¿No sabes quiénes eran, siendo Tú de<br />

Belén?‖. Jesús: ―Huimos cuando yo apenas tenía unos cuantos meses‖. La mujer que en verdad<br />

debe ser una parlanchina dice de nuevo: ―Se fue antes de la matanza‖. Campesino: ―¡Ah! Lo<br />

comprendo. De otro modo no habría nadie en el mundo. ¿No has regresado más allá?‖. Jesús:<br />

―No‖. ■ El hombre exclama: ―¡Qué gran desgracia! Encontrarás a pocos de los que, según me<br />

ha contado Sara, quieres conocer y saludar. Muchos fueron matados, muchos huyeron,<br />

muchos... dispersos y no se sabe ni siquiera si murieron en el desierto o fueron arrojados en la<br />

cárcel para castigarlos por su rebelión. Pero ¿fue rebelión?... Mas ¿quién habría podido<br />

permanecer inerte, dejando degollar a tantos inocentes? No, ¡que no es justo que estén todavía<br />

vivos Leví y Elías (pastores de Belén), mientras hayan sido asesinados tantos inocentes!‖. Jesús:<br />

―¿Quiénes son esos dos y qué hicieron?‖. Campesino: ―¡Pero bueno!... al menos sabrás algo de<br />

la matanza. ¡La matanza de Herodes! Más de mil infantes en la ciudad y otro millar casi en los<br />

campos (1). Y... todos... casi todos varoncitos, porque en medio de la furia, de la oscuridad,<br />

confusión, esos crueles hombres arrancaron de las cunas, de los lechos maternos, hasta a las<br />

niñitas y las mataron como los arqueros matan a las pequeñas gacelas que están mamando la<br />

leche de su madre. Y bien... ¿todo esto por qué? Porque un grupo de pastores que, para no<br />

helarse de frío, habían bebido sus buenos tragos de sidra, empezaron a delirar diciendo que<br />

habían visto ángeles, oído cantares, recibido señales... y nos dijeron a los de Belén: «Venid y<br />

adorad al Mesías que ha nacido». ¡Imagínate! ¡El Mesías en una cueva! Pero debo de decir que<br />

en realidad todos estábamos ebrios, hasta yo, que en ese entonces era un jovencito, y también mi<br />

mujer, que tenía unos cuantos años de edad... porque todos creímos y quisimos ver en una pobre<br />

mujer galilea a la Virgen que da a luz, de la que hablaron los profetas (Is. 7,14). ¡Pero si estaba<br />

con un vulgar galileo! Su marido, claro; y, si estaba casada, ¿cómo podía ser la «Virgen»?... En<br />

resumidas cuentas ¡creímos! Regalos, adoraciones... casas se abrían para hospedarles... ¡Oh,<br />

habían sabido hacer muy bien su papel! ¡Pobre Ana! Perdió los bienes y la vida y también los<br />

hijos de su hija --la primera, la única que se salvó porque estaba casada con un mercader de<br />

Jerusalén-- perdieron también los bienes, porque Herodes mandó quemar la casa y todo el<br />

sembradío. Ahora es un terreno desierto en que pacen los animales‖. ■ Jesús: ―¿Los pastores<br />

tuvieron toda la culpa?‖.Campesino: ―No, también tres brujos que vinieron de los reinos de<br />

Satanás. Tal vez eran compinches de los tres... ¡Y nosotros, estúpidos, nos sentíamos honrados!<br />

¡Aquel pobre hombre arquisinagogo! Le matamos porque juró que las profecías se cumplían<br />

exactamente con las palabras de los pastores y de los Magos...‖. Jesús: ―Entonces, ¿toda la culpa<br />

fue de los pastores y de los tres Magos?‖. Campesino: ―No, galileo. También nuestra. De<br />

nuestra credulidad. ¡Se le esperaba desde hacía tiempo al Mesías! Siglos de espera. Muchas<br />

desilusiones en los últimos tiempos a causa de los falsos Mesías. Uno era galileo, como Tú, otro<br />

se llamaba Teoda (Hech. 5,36-37). ¡Mentirosos! ¡Mesías ellos! ¡No eran más que aventureros<br />

rapaces en busca de fortuna! Debía habernos servido la lección, para que abriéramos los ojos.<br />

Sin embargo...‖. Jesús: ―Y entonces ¿por qué maldecís solamente a los pastores y a los Magos?<br />

Si también os juzgáis estúpidos, deberíais también maldeciros a vosotros mismos. Ahora bien,<br />

la maldición no está permitida por el mandamiento del amor. Maldición atrae maldición. ■<br />

¿Estáis seguros vosotros de estar en lo justo? ¿No podría ser que los pastores y los Magos<br />

hubiesen dicho la verdad, revelada a ellos por Dios?...¿Por qué debe de pensarse que fueran<br />

mentirosos?‖. Campesino: ―Porque los años de la profecía no se habían cumplido (Dan.<br />

9,20.27). Después reflexionamos en ello... después que la sangre, que enrojeció tanques del agua<br />

y ríos, nos abriera los ojos del pensamiento‖. Jesús: ―¿Y no podría haber hecho el Altísimo,<br />

llevado de un gran amor por su pueblo, anticipar la venida del Salvador? ¿En qué apoyaron los<br />

Magos su aserción? Me has dicho que vinieron de Oriente...‖. Campesino: ―En sus cálculos<br />

sobre una nueva estrella‖. Jesús: ―¿Y no acaso está dicho: «Una estrella nacerá de Jacob y un<br />

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