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JUDAS DE KERIOT - Difusión obra María Valtorta

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ciertamente estará agitada. La anciana que me ha visto ponerme en pié con seguridad ya lo<br />

habrá contado.‖ ■ Ahí están los prados con los manzanos, las higueras y los nogales. Ahí está<br />

la casa, blanca sobre verde, con su ala saliente que protege la escalera formando un pórtico y<br />

mirador. Ahí está la pequeña cúpula en la parte más alta, y el huerto jardín, con el pozo, la<br />

pérgola, los cuadros... Un gran murmullo sale de la casa. Isaac se adelanta, entra, llama con<br />

fuerte voz: ―¡<strong>María</strong>, José, Emmanuel, ¿dónde estáis? Venid con Jesús‖. Acuden tres críos: una<br />

niña de casi cinco años y dos niños de los cuatro a los dos, el último todavía con el paso un poco<br />

inseguro. Se quedan con la boca abierta ante el... resucitado. Luego la niña grita: ―¡Isaac!<br />

¡Mamá! ¡Isaac está aquí! ¡Es verdad lo que ha visto Judit!‖. ■ De una habitación donde hay un<br />

gran murmullo de voces, sale una mujer. Es la madre de lozano aspecto, morena, alta,<br />

exuberante en su mirar lejano, hermosa toda... que exclama: ―¡Isaac! ¿Pero cómo es posible?<br />

Judit... Creía que el sol la había hecho perder la cabeza... ¡Andas!... ¿Qué ha sucedido?‖. Isaac:<br />

―¡El Salvador ¡Oh! ¡Sara! ¡Él es ya una realidad y ha venido!‖. Sara: ―¿Quién? ¿Jesús de<br />

Nazaret? ¿Dónde está?‖. Isaac: ―¡Allí, detrás del nogal! ¡Y dice que si se le puede recibir!‖.<br />

Sara: ―¡Joaquín! ¡Madre! ¡Todos! ¡Venid! ¡Está aquí el Mesías!‖. Salen todos corriendo:<br />

mujeres, hombres, muchachos, niños; salen dando gritos, chillando... Pero, al ver a Jesús, alto,<br />

majestuoso, pierden toda vehemencia y quedan como petrificados. Jesús: ―Paz a esta casa y a<br />

todos vosotros. La paz y la bendición de Dios‖. Jesús se dirige, despacio, sonriente, hacia el<br />

grupo de personas. ―Amigos, ¿queréis recibir en vuestra casa al Viandante?‖ y sonríe aún más.<br />

Su sonrisa ya vence los temores. El esposo tiene el valor de hablar: ―Entra, Mesías. Te hemos<br />

amado sin conocerte. Te amaremos mucho más conociéndote‖.<br />

* ―La historia de Israel tiene muchos nombres grandes, dulces y benditos. Los más dulces<br />

y benditos ya los tienen éstos. Pero hay tal vez todavía otro...”.- ■ Joaquín: ― Mi casa está<br />

de fiesta por tres motivos: Por Ti, por Isaac y por la circuncisión de mi tercer varoncito.<br />

Bendícelo, Maestro. ¡Mujer, trae al niño! Entra, Señor‖. Pasan a una sala preparada para la<br />

fiesta. Mesas y platos, manteles y ramas verdes por todas partes. Sara vuelve con un hermoso<br />

niño recién nacido y se lo presenta a Jesús. Jesús: ―Dios sea siempre con él. ¿Cómo se llama?‖.<br />

Sara: ―No tiene nombre. Ésta es <strong>María</strong>, éste es José, éste Emmanuel, éste... todavía no tiene...‖.<br />

Jesús mira a los esposos sonriendo: ―Buscadle un nombre, si es que hoy debe ser circuncidado‖.<br />

Los dos se miran, le miran, abren la boca y la cierran sin decir palabra alguna. Todos están<br />

atentos. Jesús insiste: ―La historia de Israel tiene muchos nombres grandes, dulces, benditos.<br />

Los más dulces y benditos ya los tienen éstos. Pero tal vez hay todavía otro‖. Al unísono los dos<br />

esposos dicen: ―¡El tuyo, Señor!‖ y la esposa termina diciendo: ‖pero es demasiado santo..‖.<br />

Jesús sonríe y pregunta:‖ ¿Cuándo será circuncidado?‖. Sara: ―Estamos esperando al que va a<br />

circuncidar‖. Jesús: ―Estaré presente en la ceremonia. Entre tanto, os agradezco lo que habéis<br />

hecho por mi Isaac. Ahora no tiene más necesidad de los buenos, pero los buenos tienen<br />

necesidad todavía de Dios. Habéis puesto al tercero el nombre de «Dios con nosotros». Y sin<br />

embargo, a Dios lo teníais desde que tuvisteis caridad para con mi siervo. Seáis benditos. En la<br />

tierra y en el cielo vuestra acción será recordada‖. ■ Sara: ―¿Isaac se va ahora? ¿Nos deja?‖.<br />

Jesús: ―¿Os duele? Él debe servir a su Maestro. No obstante, volverá, y Yo también vendré.<br />

Vosotros, entre tanto, hablaréis del Mesías...¡Hay tanto que decir para convencer al mundo!...<br />

Llega la persona que esperábamos‖. ■ Entra un personaje pomposo con su criado. Saludos e<br />

inclinaciones. ―¿Dónde está el niño?‖ pregunta con solemnidad. Sara: ―Aquí está. Pero saluda<br />

al Mesías. Está aquí‖. ―¿El Mesías?... ¿El que curó a Isaac? Bueno... Hablaremos de esto más<br />

tarde. Tengo mucha prisa. El niño y su nombre‖. Los presentes están mortificados con tales<br />

modales. Sin embargo, Jesús sonríe como si tales desaires no fuesen para Él. Toma al bebé, lo<br />

toca en su frentecita con sus hermosos dedos, como si los fuese a consagrar y dice: ―Su nombre<br />

es Jesai‖ y se lo vuelve a dar al padre, el cual, junto con el personaje soberbio y con otros, se<br />

dirige a la habitación vecina. Jesús se queda en donde está hasta que regresan con el niño<br />

llorando desesperadamente. Jesús, para consolar a la angustiada madre, dice: ―Mujer, dame al<br />

niño ¡Ya no llorará!‖. El niño al ser puesto sobre las rodillas de Jesús, se calla al punto.<br />

* ―Judas, deja que me llame por mi Nombre. Sólo cuando pasa por los labios inocentes no<br />

pierde el sonido que tiene en los labios de mi Madre... Sólo los inocentes, que ni calculan<br />

interés ni odian, lo pronunciarán con amor...”.- ■ Se forma un grupo aparte alrededor de<br />

Jesús, con los niños, los pastores y los discípulos. Afuera se oye el balar a las ovejas (Elías las<br />

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