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JUDAS DE KERIOT - Difusión obra María Valtorta

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estaba Yo‖. Iscariote: ―Si es así, Maestro, perdona y permite que te hable. Hagamos una cosa.<br />

En Belén, en la posada, permite que sea yo el que hable y pregunte. En Judea no hay mucho<br />

cariño para los galileos y mucho menos aquí. Hagamos así: Tú y Juan parecéis galileos aun por<br />

el vestido, que es muy simple. Y luego... ¡ese pelo! ¿Por qué os gusta llevarlo tan largo?...<br />

Simón y yo os dejamos nuestro manto y cogemos el vuestro. Tú, Simón, dale a Juan; yo, al<br />

Maestro. Así... así... ¿Ves? Pareceréis, en un momento, un poco más judíos. Ahora esto.‖ Se<br />

quita el capucho: un pedazo de tela con rayas amarillas, marrones, rojas y verdes, como el<br />

manto, alternadas; sujetado por un cordón amarillo. Lo pone sobre la cabeza de Jesús, cubriendo<br />

con él ambos lados de su cara para ocultar sus largos cabellos rubios. Juan se pone el verde<br />

oscuro de Simón. ―¡Ah! ¡Ahora mejor! ¡Tengo el sentido práctico!‖. Jesús: ―Sí, es cierto Judas,<br />

tienes el sentido práctico, no hay duda... pero procura que no rebase al otro sentido, al<br />

espiritual‖. Iscariote: ―Lo haré. Pero en ciertos casos conviene saber ser más políticos que los<br />

diplomáticos. Escucha... no te enojes... es por tu bien... no me desmientas si digo cosas... cosas...<br />

que no son verdaderas‖. Jesús: ―¿Qué quieres dar a entender? ¿Por qué mentir? Yo soy la<br />

Verdad y no amo la mentira ni en Mí, ni alrededor de Mí‖. Iscariote: ―Pero... no diré más que<br />

medias mentiras. Diré que nosotros regresamos de lugares lejanos, por ejemplo de Egipto, y que<br />

deseamos tener noticias de amigos queridos. Diré que somos judíos que regresamos de un<br />

destierro... en el fondo, hay un poco de verdad... por otra parte, soy yo el que habla... mentira<br />

más, mentira menos...‖. Jesús: ―¡Pero Judas! ¿Por qué engañar?‖. Iscariote: ―¡No te preocupes,<br />

Maestro! El mundo se gobierna con mentiras. Son necesarias algunas veces. Bueno para<br />

contentarte diré sólo que venimos de lejos y que somos judíos. Esto es verdad en el 75 por<br />

ciento. Y ¡tú Juan no abras para nada tu boca! Nos traicionarías‖. Juan: ―No diré nada‖.<br />

Iscariote: ―Luego... si las cosas van bien... diremos lo que falta. Pero tengo poca esperanza...<br />

Soy astuto, y las cazo al vuelo‖. Jesús: ―Ya lo veo, Judas. Pero preferiría que fueses sencillo‖.<br />

Iscariote: ―Sirve de muy poco. En tu grupo seré quien tome las misiones difíciles. Déjame que<br />

yo me las entienda‖. Jesús se muestra poco entusiasta. Pero cede. ■ Se ponen en camino.<br />

Rodean las ruinas; luego van siguiendo una gruesa pared sin ventanas, detrás de la cual se oye<br />

rebuznar, mugir, relinchar, balar, y ese sonido desagradable desafinado de los camellos y<br />

dromedarios. La pared hace esquina. Vuelven ésta... y se encuentran en la plaza de Belén. El<br />

tanque del agua de la fuente está en el centro de la plaza, que sigue teniendo la misma forma<br />

irregular, pero que ahora es distinta en el lado opuesto a la posada. En el lugar que estaba la<br />

casita --cuando pienso en ella la veo todavía toda plateada bajo los rayos de la Estrella-- hay<br />

ahora un montón de escombros. Tan sólo queda en pie la pequeña escalera con su pequeño<br />

balcón. Jesús mira y da un suspiro. La plaza está llena de gente en torno a los vendedores de<br />

alimentos, enseres o herramientas, telas etc., los cuales han extendido sobre esteras, o colocado<br />

en cestas, sus mercancías, todas depositadas sobre el suelo; ellos están hasta en cuclillas,<br />

generalmente en el centro de su... puesto, si es que no están en pie, gritando y gesticulando,<br />

cerrando un trato con algún comprador tacaño. Zelote dice: ―Es día de mercado‖.<br />

* Noticias del posadero sobre la matanza de Herodes y el impacto que produjo en Belén.-<br />

El César dijo de Herodes: «Cerdo que se alimenta de sangre».- ■ La puerta, mejor dicho, el<br />

portal de la posada está abierta de par en par y sale por allí una hilera de asnos cargados de<br />

mercancía. Judas es el primero en entrar. Mira a su alrededor. Pilla, altanero, a un mozo de<br />

establos de pequeña estatura, sucio, que lleva solo una camisa larga, sin mangas y hasta la<br />

rodilla. ―¡Mozo!‖ grita. ―¡El patrón! ¡Enseguida! ¡Muévete, no estoy acostumbrado a esperar!‖.<br />

El muchacho sale corriendo, llevando en su prisa una escoba de ramas. Jesús: ―¡Pero Judas!<br />

¡Qué modales!‖. Iscariote: ―Silencio, Maestro. Déjame que yo me las entienda. Nos deben creer<br />

ricos y de ciudad‖. ■ El patrón viene corriendo y se deshace en inclinaciones delante de Judas.<br />

Iscariote: ―Venimos de lejos, somos judíos de la comunidad asiática. Éste, perseguido,<br />

betlemita de nacimiento, busca a sus queridos amigos de aquí. Y nosotros con Él, venimos<br />

desde Jerusalén, donde hemos adorado al Altísimo en su Casa. ¿Puedes darnos información al<br />

respecto?‖. Posadero: ―Señor, soy tu siervo... ordena‖. Iscariote: ―Queremos tener noticias de<br />

muchos pero sobre todo de Anna, la mujer que habitaba frente al albergue‖. Posadero: ―¡Oh,<br />

pobrecilla! No encontrarás a Anna sino en el seno de Abrahám y a sus hijos con ella‖. Iscariote:<br />

―¿Muerta?... ¿Por qué?‖. Posadero: ―¿No sabéis lo de la matanza de Herodes? Todo el mundo<br />

habló de ello e incluso César declaró a Herodes: «cerdo que se alimenta de sangre». ¡Ay, qué<br />

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